La
última de las representaciones del Tetramorfos que hemos localizado en la
Basílica se encuentra en uno de los laterales del retablo existente en la
capilla llamada de la Inmaculada, la que está al lado de la sacristía, un
mueble formidable de características neogóticasposiblemente salido del taller
que compartían en la calle de la Ribera en Bilbao los escultores Serafín
Basterra (1850-1927) y Vicente Larrea (1852-1922). Este bello mueble estuvo
hasta finales del pasado siglo en la capilla de Salazar, junto a la entrada de
la Ribera y ocultaba el monumento funerario que la preside en la actualidad.
Allí acogía una imagen de la Dolorosa.
Al
lado derecho según miramos rodeando a una bella imagen de la “Oración del
Huerto” (de Getsemaní) vuelven a aparecer nuestros perseguidos signos. La
verdad es que estas pequeñas tallas no alcanzan la solemnidad de las otras que hemos
ido mostrando, son mucho más sencillas y además el entallador no tenía mucha fe
en que por sí solos los símbolos que los representan fueran suficiente tarjeta
de presentación para los cuatro evangelistas porque el artista les puso una
peana con el nombre de cada uno labrado en ella para poder identificarlos con
facilidad.
En
la totalidad de los casos el símbolo acostumbrado los compaña y de forma
unánime lo muestran ufanos en una especie de pergamino que portan en su mano
izquierda y que en tres de ellos aparece con el dedo pulgar que lo sujeta.
En
esta serie también vemos que a San Mateo le han colocado angelito en vez de
hombre alado. A lo largo de estos elementos, presentes en la Basílica hasta
cinco veces, podemos constatar el éxito del emparejamiento que hizo San
Jerónimo en el siglo IV, unas representaciones que ya vimos que procedían de la
Biblia (Ezequiel) y del Apocalipsis (San Juan), aunque en el origen del
Tetramorfos, como recoge Irene González de la Complutense madrileña en un
interesante trabajo, hay quien apunta otras referencias, por ejemplo hacia el
arte egipcio y mesopotámico, donde coinciden muchos investigadores en señalar
que los dioses egipcios con cuerpo de hombre y rostro de animal pudieron
influir en los artistas posteriores. De hecho es muy evidente el paralelismo
entre el águila de Juan y Horus (el halcón) o entre el león de Marcos y la
leona Sekmet o el toro de Lucas y la diosa Hator. Y no olvidemos que Ezequiel
estuvo deportado en Babilonia en el siglo VI antes de C. y tuvo conocimiento
cercano de los “Lamassus”, seres con cuerpo de toro o león, alas de águila y cabeza
de hombre, que ennoblecían las entradas palaciegas.
Un
célebre monje medieval francés, Raúl Gabler, cuyas “Historias” son una excelente fuente para el estudio del pensamiento
milenarista, también señalaba que existía una coincidencia entre los animales
del Tetramorfos y las virtudes cardinales, los 4 elementos, los sentidos del
hombre, y los ríos del paraíso, aunque sus consideraciones no fueron nunca
plasmadas por los artistas. Tampoco tuvo desarrollo en el Arte la aportación de
Orígenes, un padre de la iglesia Oriental del siglo III, que fue ordenado sin
consentimiento de su obispo porque era eunuco, (se había castrado en un
arrebato ascético), quien defendía en sus “Homilías
sobre Ezequiel” la asociación de los elementos del Apocalipsis al hombre,
(el águila era su espíritu, el toro sus instintos y deseos, el león su fiereza
y afectividad y el hombre su raciocinio) y para otros, como el papa San
Gregorio Magno, los vivientes del Apocalipsis podían corresponderse con la
Encarnación, La Muerte, la Resurrección y la Ascensión de Cristo.
En
la Basílica de Santa María de Portugalete, el edificio emblemático de la Villa
Jarrillera, una iglesia parroquial que se construyó entre los siglos XV y XVI y
que el pueblo ha ido enriqueciendo con los años, podemos admirar hasta en cinco
lugares diferentes el triunfo de esta representación tan arraigada. La fuimos
descubriendo en las dos bóvedas, la del ábside y a la entrada bajo el coro, en
el retablo mayor, en el púlpito y hoy hemos podido señalar la del altar de la
Inmaculada y ha sido gracias a las precisas fotografías de Natxo Pedrosa, asiduo colaborador de la Asociación de Amigos de la
Basílica, el que os las hayamos podido ir mostrando.
Javier
López Isla
Este retablo es una verdadera explicación de la religión cristiana. En la parte inferior vemos a Adán y Eva, echados del paraíso por culpa de comer la fruta prohibida, cometiendo el pecado original. A partir de este primer estadio todo es una explicación de cómo Jesús a partir de su agonía y muerte en la cruz ,libra a los hombres de ese pecado. Los evangelistas son los trasmitirles de esa doctrina.
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