El regreso de
Eugenio se produjo en 1956, fruto de un acuerdo general de los gobiernos español
y soviético con intermediación de la Cruz Roja.
Habían pasado veinte años y fallecidos sus padres y sus abuelos, siendo
su tía Julia Palacios, la popular “tocinera” del puesto del primer piso del
mercado, quien se había hecho cargo de sus seis hermanos, pues el pequeño había
nacido durante la Guerra Civil.
Llegó junto con su mujer a Valencia y de allí se trasladaron a Gijón,
donde vivía la familia de ella y donde seis meses después nacería su hijo José
Antonio.
Allí es conminado por el General Gobernador Militar de Asturias para que
se traslade a la Delegación para Repatriados de la URSS situada en Madrid, en
la calle Orense nº 37, con el objeto de hacer su presentación. Esta consiste en
un interrogatorio realizado por personal norteamericano de la CIA sobre su
estancia, estudios, y trabajo en la Unión Soviética. Evitó facilitarles
información.
En 1958, la Dirección General de Seguridad le autoriza a trasladarse a
Portugalete donde había encontrado trabajo. Los obstáculos burocráticos que
tuvo que superar para que le convalidaran su título de Ingeniero Mecánico
Naval, fueron numerosos consiguiendo finalmente el de Perito Industrial
Mecánico. Otros compañeros repatriados consiguieron obtener la titulación en
1983, veintisiete años después de regresar.
Muy aficionado a realizar actividades deportivas, tanto en su época de
estudiante como una vez acabados los estudios, en la URSS practicó
principalmente el baloncesto y el balón-volea, durante su estancia en Gijón jugó
al baloncesto y tras su regreso a Portugalete se dedicó en exclusiva al
balón-volea, siendo primero jugador, luego entrenador y finalmente árbitro.
Estuvo seleccionado en varias ocasiones para la elección de los premios
al deporte vizcaino en la modalidad de balón-volea, dentro de lo que en
aquellos años 70 se denominó la Gran Gala del Deporte Vizcaíno.
Falleció con 47 años, y su esposa ejerció la medicina en Sestao y
Ortuella.
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