Recogíamos en un artículo anterior sobre el tema de los
corros de baile en la Plaza, como en 1932, la adjudicación de los cuatro
existentes había recaído en Julián Tellaeche y Víctor López que se presentaban
juntos.
Al finalizar dicho ejercicio, en la nueva adjudicación
para 1933 se produjo un hecho que iba a ser revolucionario en los bailes de la
Plaza. Fue el ofrecimiento de Agustín Urbina Viguri de “una instalación
amplificadora de micrófono radio y gramófono con sus correspondientes
altavoces”, por un importe de 3.003 ptas. más beneficioso que las 2.500 ptas
ofrecidas por Tellaeche y López y las 2.640 ptas de Emiliano Rubio Prieto.
La expectación que causó aquel verano el nuevo invento
fue enorme, y ante “el éxito del nuevo sistema de música con altavoces, y las
peticiones del numeroso público que concurre a expansionarse a los bailes
armonizados por la Banda Municipal y los altavoces”, Urbina trasmitió en
noviembre al Ayuntamiento, la posibilidad de seguir funcionando hasta las 9 de
la noche, una hora después de retirarse la Banda.
La Corporación
Municipal acogió también bien la medida, pero con la “condición de que ofrezca
iguales audiciones de música varia todos los domingos y días festivos de 12 de
la mañana a 1 de la tarde siempre que el tiempo lo permita”.
La iniciativa de Agustín Urbina, presidente a la sazón
de la “Sociedad Cooperativa Obrera Constructora de Casas Baratas Villa Nueva”,
y que en diciembre de 1932 había abierto en El Ojillo “un comercio de
venta e instalación de aparatos de radio y artículos de electricidad” que se
anunciaba como representante oficial de la casa Philips Radio, produjo un
cambio radical en los bailes de la Plaza, desplazando definitivamente a los
pianos de manubrio y a los acordeonistas callejeros.
De tal manera que al año siguiente,
1934, se estableció el concurso de adjudicación de los puestos de baile,
“aplicando la radio”. Se presentaron 12 solicitudes, una de ellas la de Urbina
y adjudicaron por dos años de contrato a Víctor y Mario López Alonso, de
Santurce y Las Arenas respectivamente, que formaron una sociedad, con un
aparato de radio marca Philips.
El aparato se colocaba en el kiosko y
los altavoces se repartían por toda la plaza, cobrando el adjudicatario a los
que bailasen una perra gorda los domingos y media los demás días. Por supuesto
las mujeres no pagaban.
Bajo estas líneas recogemos a través de los programas de festejos la trasformación que fue sufriendo la amenización de las romerías en la Plaza.
Bajo estas líneas recogemos a través de los programas de festejos la trasformación que fue sufriendo la amenización de las romerías en la Plaza.
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