Javier García-Borreguero nos ha enviado un artículo
sobre dos personajes que aunque separados por más de cuatro siglos guardan un
gran paralelismo en la defensa de nuestra antiquisima tradición foral y que por
su interés hemos llevado a la BDP (pinchar).
Por un lado está Lope García de Salazar y Muñatones, (n. 1399) y vecino de
Portugalete desde 1425 donde se casó, tuvo a sus nueve hijos y donde moriría en
1476. El hecho que refiere ocurrió cuando en 1451 el rey y Señor de Vizcaya
Juan II de Castilla nombró su representante y Corregidor en el Señorío a Juan
Hurtado de Mendoza, que ya era Prestamero del Señorío y antes de que fuera
ratificado por las Juntas Generales de Guernica, Lope expuso en las Juntas de
Avellaneda el “desafuero” que ello suponía al coincidir en la misma persona las
funciones de Juez y de Recaudador, contrarias al fuero, usos y costumbres de
las leyes del Señorío, algo que Juan II lo desoyó.
Antes de reunirse las Juntas, habló
bajo el Árbol, no aceptándolo como Juez ni consintiendo desafuero ni pérdida de
libertades para Vizcaya, criterio que no solo se apoyó sino que se acordó que
fuera el mismo Lope en persona quien presidiendo una comisión al efecto,
viajase a Castilla y se presentase al Rey exponiendo el acuerdo tomado por las
Juntas Generales, lo cual no llegó a cumplirse, pues antes de iniciar el viaje
llegó la noticia del fallecimiento de Juan II, y el posterior nombramiento de
su hijo Enrique IV como Rey de Castilla y Señor de Vizcaya.
Este en 1456 vino a jurar que “guardaría
las libertades de esta noble tierra”, y no olvidando nunca el
enfrentamiento que Lope había tenido con su padre, ordenó en 1457 varios
destierros, entre ellos el del propio Lope García de Salazar a tierras andaluzas
y por un período de cuatro años, los cuales no llegó a cumplir, pues hallándose
en Sevilla enfermó de gravedad con fiebres tercianas, y pensando que se iba a
morir, sin esperar el consentimiento de Enrique IV emprendió viaje de vuelta al
Valle de Somorrostro, para como él pensaba, poder morir en su casa.
El otro personaje fue Miguel
Loredo y Rola, nacido en 1838 en nuestra Villa y fallecido en su
destierro de Madrid en 1879.
Era apoderado por Portugalete en las
Juntas Generales de Vizcaya, cuando en las sesiones celebradas en julio de 1864
pronunció varios discursos defendiendo los Fueros de los ataques que
repetidamente se hacían desde el Senado de Madrid.
Destaca la moción presentada el 13 de
julio, y el discurso del 24 del mismo mes del que recogemos esta frase textual:
“Son dos palabras sagradas las que subyugan el ánimo y que
están grabadas en el corazón de los hijos de estas provincias. Son dos palabras
las que hacen el encanto de nuestras almas: ¡Jaungoikoa eta Foruak!”, Jaungoikoa eta Legezarra.
Su moción le valió un homenaje que le
dedicó allí mismo el pueblo de Gernika, y que el discurso del día 24 le valió
otro homenaje que le dedicó el pueblo de Portugalete a su llegada a la Villa, y
que incluso fue llevado a hombros hasta su casa, tal como está recogido en las
crónicas de la época.
Miguel era dueño del periódico “El
Euscalduna” desde donde defendía los Fueros y fueron muchas las multas y
suspensiones del periódico, hasta que terminada la segunda Guerra Carlista en
1876, hubo ya una suspensión definitiva y también una orden de destierro a
Madrid.
Allí se tuvo que trasladar con toda su
familia, e incluso fue en la capital donde nació su hijo pequeño Miguel y donde
moriría el 17 de enero de 1871 con apenas 41 años.
Javier finaliza recordándonos que:
- Ambos son personas con gran formación cultural.
- Ambos defienden los Fueros con riesgo de su persona.
- Ambos son desterrados por defender esta causa.
- Ambos enferman en su destierro: Lope vuelve a casa,
pero Miguel no.
- Y en los dos casos, los restos mortales de ambos
descansan fuera de la Villa.
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