En la historia de la hostelería
portugaluja ha habido muchas mujeres que han dejado su impronta en conocidos
establecimientos de comidas o bebidas y cuyo nombre oficial era el de los
maridos, como correspondía a una costumbre social de la época. Recordamos a
María la de Vicente, la Guerniquesa, Gregoria la de Aurrekoetxea, Ameli la de
Arrieta, y traemos hoy aquí a Sofía la de Rovira.
Sofía Ayarza Urdampilleta, nacida
en la Villa el 1 de noviembre de 1896 era nieta de un sastre bilbaíno que se
estableció aquí en 1870 donde siguió ejerciendo su profesión. La dedicación
hostelera familiar la empezó con su hijo Ricardo Ayarza Navamuel, que en 1892
consiguió autorización para abrir su establecimiento del Muelle Viejo nº6 con
un rótulo que decía “Casa de huéspedes, Comidas y Bebidas de todas las clases”.
En 1899, cuando nuestra
protagonista tenía tres años, él abrió en el nº1 de la calle Santa María una
casa de huéspedes y restaurante con dos rótulos, uno en el balcón que da frente
a la Plaza y el otro en una de las ventanas que daba al Muelle Viejo. En los
rótulos ponía La Guipuzcoana, en honor a su mujer Maria Urdampilleta Beristain
que procedía de Regil, que se hacía cargo de los fogones del restaurante y que
continuó el negocio al quedarse viuda, pues el Anuario Comercial de 1929 recoge
las Tabernas de la Vda. de Ayarza.
Una de ellas sería la que abrió
el año anterior de 1928, como Bar Restaurante de M. Ayarza en la calle Manuel
Calvo 13, regentado por una de sus hijas, mientras como vemos en el anuncio,
también de ese año mantenía otro Bar Restaurante en Santa Maria 1 y 3 con el
conocido nombre de La Guipuzcoana.
Vemos que las hijas habían
aprendido la dedicación de su madre, pues Sofía casada con Ricardo Rovira,
tenía también por esas fechas una casa de huéspedes en el primer piso de Manuel
Calvo 3.
Su marido Ricardo Rovira
Echeguren, nacido en Deusto en 1886, había llegado a Portugalete con seis años,
con su madre viuda, instalándose en la Plazuela del Cristo y trabajando
posteriormente como obrero de Altos Hornos. Este matrimonio dio lugar a una
larga saga portugaluja pues tuvieron 10 hijos, cinco mujeres (Sofía, Carmen,
Antonia, Raquel, Aurora) y cinco varones (Ricardo, Benjamín, Eduardo, José y
Rodolfo).
Al margen de los números de las
casas del muelle Viejo (Almirante Vallecilla o Manuel Calvo) que han ido
cambiando, está claro que al entrar en la década de los años 30 Sofía tenía la
casa de huéspedes en el Muelle Viejo, quizás también con bar, y en alquiler la
cervecería de los jardines de Valle , donde además
anunciaba Bar “La Cervecera” de Ricardo Rovira, con “distracciones
y recreos de todas clases”
Con la guerra civil y los bombardeos, fue destruido y en su lugar se levantó
el actual edificio del Mercado de Abastos.
Su hijo Eduardo, nos dejó la pintura
superior, desde la plaza, con un paisaje hoy difícil de reconocer, con la casa
de Marta a la izquierda, la de Valle en el centro y a la derecha la cervecería,
con la primera casa de la calle Nueva detrás, que es la única que hoy se
conserva.
Sofía fue una mujer de gran
carácter, que se encargó de sacar adelante a su larga prole, todos los cuales
tendrían que ayudar algo en el negocio en función de su edad, ya fuera tras el
mostrador, en la cocina o sirviendo comidas. Con la guerra civil evacuó de la Villa
con sus hijos hacia Cataluña y Francia y a su regreso, se centró ya
exclusivamente en el establecimiento del Muelle Viejo, frente a la entonces
estación.
El anuncio del programa de
fiestas de 1942, como Bar Restaurant Ricardo Rovira, señala como especialidad
en comidas y meriendas, la Sidra de Ondarroa y el Chacolí de Baquio.
Lo mismo que hizo su madre Sofia
“la Guipuzcoana”, que continuó al frente del negocio al quedarse viuda, ella al
enviudar en 1950, reformó el local y continuó con el mismo, hasta que murió en
1969 con 73 años.
Lógicamente ya trabajaba en el
Bar su hijo Rodolfo que a partir de esa fecha pasó a regentarlo hasta su
fallecimiento en 1972. Fue la viuda de este, Clementina Sanz y su hijo Rodol,
quienes siguieron detrás de la barra como última generación de los Rovira, ya
que posteriormente continúa en alquiler.
No cabe duda de que el Bar de
Sofía, la de Rovira, es un clásico en Portugalete, y en la memoria de muchos
quedan entrañables recuerdos, desde aquel batel colgado en el techo con la R
del mismo, puesta al revés, hasta la cartelera que los domingos recogía la
quiniela futbolística, su sidra fresca del Canadá, sus bocadillos o su jariguay
del Paraguay.
De la larga prole de Sofia Ayarza
y Ricardo Rovira, recogemos junto a estas líneas una foto de algunos de sus
nietos con Luis Bastida Rovira, que
nos ha facilitado datos sacados del Archivo Histórico Municipal.
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