Finalizamos
hoy recuerdos de Txomin Bereciartua como
párroco de Santa María, comenzando por un accidente que sufrió, un chascarrillo
y su paso por las Fundaciones portugalujas:
Tengo que resaltar un hecho, que no fue para
mí definitivo porque algún ángel intervino para salvarme. No lo puedo remediar,
soy de los que sin siesta no soy persona por la tarde. Un montón de fotos en
las que aparezco dormido en las posturas más inverosímiles lo corroboran. Un
sábado terminé tarde mi comida y, como tenía que decir la misa de las seis de
la tarde en la Parroquia, me puse el volante sin haber echado mi siesta.
Consecuencia, una vuelta de campana, el coche a la chatarra y yo en una
ambulancia a Cruces, donde comprobaron que no tenía nada especial y había
vuelto a nacer. Vino a recogerme mi amigo Julio Zubiría, quien me llevó a su
casa donde me metieron en la cama. Cuando vino mi hermana con la intención de
llevarme con ella, le tuve que decir que únicamente podía ir en ambulancia
porque estaba molido y me dolía hasta el alma. El cuidado con que me trataron
ha hecho que desde entonces los Zubiría, Julio y Margot, sean algo así como de
mi familia.
Está bien. Y, ya
que estamos hablando, quiero que aclares algunos chascarrillos. Por ejemplo,
recuerdo que durante bastante tiempo aparecías con alguna frecuencia en “La
Mirilla”, una sección de vida social de un periódico de tu tierra. ¿A qué se
debía tanto ser noticia?
Pues a una
circunstancia muy curiosa. Sucedió que un día fui invitado por una familia
feligresa a asistir en la sala de la Filarmónica a un Concierto. Al entrar al
hall, se me acercó un joven que me pidió con amabilidad mis datos. Se los di,
escuché el Concierto y al día siguiente me encontré con la sorpresa de que
alguien me llama por teléfono y me dice:
- Oye Txomin, ¡qué callada tenías la
noticia!
- ¿Qué noticia?
- Pues la de tu Boda.
- Pero, ¿de qué Boda hablas?¿Estás
de chufla?
- Pues no, amigo, que acabo de leer
en La Mirilla” lo siguiente: “No podía faltar Txomin Bereciartua, presidente de
la Fundación Novia Salcedo acompañado de su señora Ana Munárriz”.
Pasada la
sorpresa, escribí una carta al Director de aquel periódico diciéndole que agradecía
el que se ocuparan de mí, pero que estaba desconcertado porque por lo escrito
había cambiado yo de estado para casarme con una señora, que debía ser
maravillosa, pero a la que no tenía el gusto de conocer. El redactor me llamó
para enmendar al día siguiente su yerro, pero yo le dije que lo mejor era no
“meneallo” y que tan amigos.
Desde entonces,
aparecía en La Mirilla muchas veces con foto y todo siempre que iba a algún
Acto social o algún Concierto especial y la gente me decía. “Tú eres importante
porque aparecer mucho en La Mirilla” y yo pensaba “si supieran estos el motivo...”
Mi
atención a las labores administrativas de la Parroquia conllevaba consigo
también la atención a unas Fundaciones de la Villa de las que el Párroco de
Santa María era Patrono nato. Una databa de los comienzos del siglo XX, cuando
el portugalujo Manuel Calvo, socio que fue del Marqués de Comillas allá en
Cuba, volvió de la Isla para establecerse en su Villa natal. Con sus dineros
hizo una Fundación a la que dotó con el patrimonio del Hotel Portugalete, de
cuyas rentas había que dar de comer la sopa boba a los pobres de la Villa y se
debía atender a las necesidades de la Parroquia. Coincidió que, tras la guerra
civil, se hizo cargo de la secretaría de la Fundación Ciriaquin Gaiztarro
Secretario que era del Ayuntamiento de la Villa. Desde entonces ambos cargos corrían
unidos, hasta el punto de que el papeleo oficial de la Fundación estaba
totalmente integrado dentro de la maquinaria de la administración municipal.
Presenté mis reclamaciones, aguanté palabras y hasta insultos y rescaté la
Fundación consiguiendo que volviera a ser de verdad Privada. Gracia a Dios
ahora funciona y recibe, o debe recibir, sus dineros anuales de la Empresa que
gestiona el Hotel Puente Colgante, más conocido como Hotel Portugalete. La otra
Fundación es la de Troconiz y actualmente lleva por motivos varios una vida muy
estrecha.
Echando
una mirada de conjunto a mis nueve años de portugalujo animoso y activo, puedo
decir que me considero de verdad un habitante de esta Villa de Portugalete, uno
más de cuantos subiendo y bajando tantas veces y durante tantos años por las
calles del Casco Viejo nos convertimos en amigos. Por cierto que el ser
portugalujo y al tiempo vivir en Algorta, me hacía sonreír cuando me daba
cuenta del peso de los prejuicios sociales existentes entre los habitantes de
ambos márgenes de la ría. Nunca habría podido imaginar que una lámina de agua
separara y marcara tanto.
El catorce
de agosto celebra Portugalete el inicio de sus fiestas con un Pregón proclamado
desde el balcón del Ayuntamiento. En el mil novecientos noventa y uno, año en
que salí de Santa María para cruzar la ría hacia Santa Ana, tuve el honor de
ser yo el pregonero.
Los
portugalujos me dieron una vivencia de comunidad humana muy viva, muy especial.
Enamorados de su Villa, mantienen sus tradiciones y saben ser acogedores si
sabes empalmar con ellos. Y yo tuve esa suerte. Me siento vinculado a Portu y
vuelvo con frecuencia a visitarlo. Además, tengo el orgullo de reunirme de vez
en cuando para charlar y recordar en comidas de amistad con Javier, que me
sustituyó como Párroco cuando me fui a Santa Ana, y con el Párroco actual el
fenomenal Valentín Roy.
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