En 1961, éramos muchos los niños de
siete años que enfrentábamos por primera vez la batalla con la pluma de mojar
en tinta, sin sofisticaciones, se mojaba el plumín y ¡hala! a escribir. Fuimos
“los de la pluma”.
Eso ocurría en el aula de Don Vicente,
en la Escuela Maestro Zubeldia, único centro estatal en aquel Portugalete casi
de posguerra. Setiembre de 1961. Piso alto de la escuela, cuarta puerta a la
izquierda tras las escaleras, pupitre de madera con asiento abatible, cajón
donde poner la maleta con la enciclopedia de 2º grado de Álvarez, de tapas
duras, que era nuestro único texto escolar con sus varios capítulos que
correspondían a las materias que fijaba el plan de estudios según la ley del 17
de julio de 1945: Historia Sagrada, Evangelios, Historia de España, Lengua
Española, Aritmética, Geometría, Geografía, Ciencias naturales, Formación
Familiar y Social, Higiene y Formación Política.
El pupitre tenía un curioso agujero redondo que, al
inicio de la primera jornada, no supimos para qué servía, sólo llegaban rumores
y comentarios de compañeros que nos decían que era para alojar el tintero.
Recreo en el que nada se comenta y al retorno a clase,
encontramos un vasito cuyo culo sobresalía bajo el tablero del pupitre.
Por la parte de arriba, estaba colocado casi a ras del
tablero, pero… hete aquí que contiene un líquido azul oscuro, la tinta, nuestra
primera tinta, y que, además, hay un palito cónico de color negro brillante
Tras el recreo matinal, nos vamos
sentando, tal como estábamos organizados, de tres en tres, tres niños en dos
pupitres con tintero (Ya había escasez de plazas escolares).
Pequeña glosa del maestro que consiste
en exponer que la pluma con escribiríamos de momento, no tenía plumín. Nos fue
enseñando uno.
Explicó que había que mojarlo en el
tintero. Y que teníamos que tener cuidado al escribir, sin apretar, porque se
doblaba con mucha facilidad. Nos dijo también que sólo rellenaríamos el tintero
si se nos terminaba el líquido. Normalmente lo encontraríamos con suficiente
capacidad para la tarea prevista en la jornada.
Nos expuso que debíamos adquirir
nuestros propios plumines apara usar en la pluma que tenemos en la mesa y
algunas piezas de papel secante.
Al día siguiente nos pusimos al
corriente de su uso, aprendiendo a escribir, a rotular, a dibujar,… y conocimos
nuestro primer “chino”. El curso siguiente supone un cambio en la calidad de la
tarea con la pluma: empezamos a usas tintas de colores para dibujar y rotular
los títulos y encabezamientos del tema del día en la clase. Ahora, el chino
tiene valor, una colleja facilitada por Don Juan Álvarez.
Luego del cambio de centros, perdí la
obligación de usar la pluma, y años después, recuperé esa facultad por mi
propio gusto, pero la tecnología de las plumas había mejorado
considerablemente: plumas baratas, recargas en cartucho de usar/tirar, plumines
más flexibles, plumas con plumín abatible,…
Ignoro cuántos de nosotros hemos usado
esa habilidad aprendida con sólo siete años y desarrollada durante el período
escolar. No he encontrado muchos usuarios en mi vida profesional.
NOTA: Recuerdo los nombres, pero no
manteniendo relación, no he citado los nombres de los compañeros de mesa.
Desconozco su situación personal actual.
Martín
Excelente relato de nuestra niñez pasada en Zubeldia y en mi caso también en la Academia San Antonio donde nos enfrentamos al difícil arte de la caligrafía. También recuerdo que aquel tintero se podía volcar si los del pupitre delantero le daban con el codo en su parte inferior y en la academia, para evitar los borrones, estaban sujetos al pupitre con la cabeza de tres clavos. A aquellas amarguras de los "chinos" en los cuadernos de dos rayas, les siguieron los tiralíneas, compases y bigoteras que ya no eran de "mojar" sino que se cargaban mediante una cánula que tenía adosada el tapón del tintero de tinta china. A aquellos lejanos puntos de la niñez les pusieron una punta plana que servía para rotular planos y tuvimos que aprender una nueva caligrafía. Todo esto pasó al olvido con los Rotring, rotuladores, etc.
ResponderEliminarJOSE LUIS GARAIZABAL
Yo no fui de la epoca de la pluma, pero recuerdo bien a Con Vicente, natural de Hellin si no recuerdo mal , Una unica cana largisima flotando de una cabeza totalmente calva, y su regla, o trozo de liston, o lo que fuera, muy curtida , siempre empezaba el curso tirandola a la papelera, pero que recuperaba al dia siguiente . Fue mi inicio en la "universidad de Zubeldia . A este hombre habria que hacerle un capitulo completo aqui .
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