Tras haber confeccionado el nº 24 de Cuadernos
Portugalujos dedicado a las mujeres portugalujas, en el que no figura ninguna
médica, se han puesto en contacto con Roberto
Hernández Gallejones, las portugalujas Begoña Villanueva y Begoña Madarieta,
que están preparando una ponencia para un Congreso en verano sobre la figura de
Ticiana Iturri Landajo, de la que nos ofrecerán su contenido con posterioridad,
remitiéndonos mientras tanto al trabajo de Juan Gondra Rezola, publicado por el
Colegio de Médicos de Bizkaia el año pasado, titulado Bizkaiko lehenak: médicas que abrieron caminos, quien nos descubre
que la primera mujer colegiada en el
Colegio de Médicos de Bizkaia, en el año 1932, Especialista en Obstetricia y
Ginecología fue la citada Ticiana Iturri Landajo, Doctora
en Medicina, nacida en Portugalete el 14 de julio de 1904.
El trabajo que se puede leer en internet, y que
también lo recogió en el periódico Bilbao,
nos descubre a esta mujer que nació en la calle del Medio, al igual que lo
hicieron otros de sus hermanos, en el domicilio de la familia de su madre
Ticiana Landajo Ugalde, que tenían tienda de telas. Su padre Juan de Iturri y
Astorquiza de Gamiz, había estudiado contabilidad y comercio y trabajaba para
la familia Salazar en sus negocios mineros.
Era todavía pequeña cuando a su padre le
encomendaron la gestión de una mina en Lora del Rio por lo que se trasladaron a
esta localidad sevillana y luego a su capital.
Ticiana estudió el bachillerato en Sevilla
continuando en Madrid con los estudios de Medicina y al acabarlos se formó como
especialista abriendo consulta al mismo tiempo que trabajaba en la Escuela
Nacional de Puericultura, para realizar la tesis doctoral y preparar las
oposiciones para maternóloga del Estado. Superadas estas y el doctorado, con la
defensa de su tesis “Acción de algunos galactogogos” que fue calificada con un
sobresaliente, obtuvo el destino en Bilbao, en la Dirección Provincial de
Sanidad.
Establecida aquí con su consulta, fundó una
clínica en Begoña para asistir a partos y a enfermas de su especialidad,
compaginando el ejercicio de su vida profesional con la divulgación de sus
conocimientos de higiene y maternología mediante artículos, conferencias y
congresos. Tuvo una relación estrecha con “Emakume Abertzale Batza” y formó
parte del profesorado de la escuela de enfermería organizada en el Centro Vasco
de la calle Bidebarrieta, de Bilbao. Se distinguió por su defensa de los
derechos de las madres solteras.
Tuvo que superar la desconfianza de sus colegas.
En 1935 el Colegio de Médicos de Bizkaia recibió una denuncia del director de
la Casa de Maternidad, diciendo que una comadrona ejercía como médica; parece
que no podía creer que una mujer fuera médica, porque siguió en su postura tras
las aclaraciones verificadas por el Colegio. La Junta Directiva respaldó su
solvencia y reprendió al denunciante. Pero no fue el único en dudar de ella, la
cerrazón de algunos médicos bilbaínos que veían con muy malos ojos la irrupción
de una mujer en un reino de hombres, les llevó a extender el rumor de que para
atender a los partos y a las operaciones complicadas, Ticiana llamaba a un
colega que tenía su consultorio en su vecindad y acudía allí “a escondidas”.
Según quienes la conocieron, era una buena especialista y los rumores eran
completamente falsos además de rastreros.
La guerra civil cortó su trayectoria feminista.
Su hermana Miren, maestra de Ortuella, había marchado a la Gran Bretaña como
andereño de los niños evacuados de Bilbao y a su regreso fue depurada y
castigada a no poder ejercer en las “Provincias Vascongadas” ni en las
limítrofes. Marchó a un pequeño pueblo de Cuenca, donde permaneció durante dos
años, mientras realizaba los estudios para practicante. Después de obtener el
título, regresó a Bilbao para trabajar con Ticiana. Durante veinte años las dos
hermanas vivieron juntas en el Arenal bilbaíno.
Ticiana continuaba trabajando como maternóloga
del Estado destinada a la Escuela de Puericultura y Maternología de Bilbao, en
la Jefatura Provincial de Sanidad, donde seguía en el año 1962 y donde realizó
durante años una gran labor de divulgación de la higiene maternoinfantil entre
médicos, profesionales de enfermería y auxiliares. También trabajó como
especialista en Ginecología para el Seguro Obligatorio de Enfermedad, en el que
obtuvo una plaza de esta especialidad en Bilbao en el año 1955.
Fue miembro activo de la Academia de Ciencias
Médicas de Bilbao, colaboradora de su revista Gaceta Médica, y participó en
congresos de su especialidad en España y en el extranjero. Manifestó una
sensibilidad especial hacia algunas actividades de su especialidad que no
solían preocupar tanto a sus colegas varones: averiguar las causas y buscar
tratamientos para el aborto de repetición y para las dificultades en la
lactancia materna.
Hacia 1960 tuvo dos desgracias seguidas que le
impactaron. Primero, el fallecimiento de su madre, Ticiana Landajo, y después
el accidente cerebrovascular sufrido por su hermana Miren, que le dejó inválida
por hemipléjica. Pocos años después enfermó ella también y tuvo que afrontar
una penosa enfermedad que le incapacitaba en temporadas para el trabajo,
durante las que era sustituida por otra de las primeras tocoginecólogas
vizcaínas, Mª Mercedes Ateca, que fue también la que siguió con su consulta
cuando Ticiana falleció el 5 de marzo de 1969, cuando aún no había cumplido los
65 años de edad, siendo trasladados sus restos al panteón familiar de Pando.
En reconocimiento a su
persona, el Colegio de Médicos de Bizkaia bautizó con su nombre las salas
"Iturri", sitas en la 4ª planta de su sede.
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