viernes, 25 de mayo de 2018

RECUERDOS DEL MATADERO






Antes de recoger en la próxima entrada el trabajo de investigación de Aurelio Gutiérrez Martín en su blog LA VIDA PASA, sobre el proyecto del matadero municipal de 1891 ya desaparecido, recogemos hoy sus recuerdos de infancia, que lo son también de muchos portugalujos:



Mientras elaboro este artículo, en mi mente fotograma a fotograma, tanto del interior, como de los alrededores del matadero de Abacholo o de la Atalaya, que es como nosotros le conocíamos, voy viendo parte de mi Vida.

Me veo acudir al matadero bajando por la cuesta y comprando algún chuche en la casa de Conce, pararme en la chabola del zapatero remendón que tantas horas me acogió en su interior, y antes de entrar en el matadero, jugar un rato en la vagoneta que estaba abandonada junto a la casa de la familia Tellaeche. Esta, años atrás había cumplido la misión de trasladar las rocas de la cantera al muelle de Portugalete.

Me impresionaba, como los matarifes Toñín, Gabino, Pedro, Basilio, y algún otro, los cuales me perdonen no acordarme de su nombre, de qué manera daban la puntilla y despiezaban las reses a base de hachazos certeros. Recuerdo vagamente como parte de esta carne de res antes de ser distribuido en las carnicerías, se cargaba en un carro tirado por un caballo de nombre Isleño que era conducido por Txutxi Benito” Txaquetas”, como bien me recuerda mi entrañable amigo Eduardo Estancona, y como aquello que no se aprovechaba, terminaba en la Ría para engordar a los carramarros, próximas víctimas de nuestros quisquilleros. Hoy en día, aún identifico el gruñido del cerdo antes de ser sacrificado, y el olor tan característico de su piel quemada, proceso que de principio a fin seguíamos con expectación.


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