De este personaje hemos tenido ocasión de hablar este
verano, por un lado a cuenta de la visita a la Villa de unos descendientes de un
Otaduy portugalujo provenientes del otro lado del océano y por los recuerdos
que nos ha desgranado en Bakio, Mari Carmen Mendizábal, dado que ella fue sobrina
de este Manuel Otaduy y de su hermano Heliodoro, alcalde y verdadero cacique en
las primeras décadas del siglo pasado.
El frontón Jai Alai de La Habana fue
una idea de Luis Mazzantini, el famoso torero aficionado a la pelota y su
hermano que no pudieron llevar a cabo el proyecto hasta que un grupo de empresarios del comercio y
de la banca presididos por Manuel Otaduy apoyaron la idea constituyendo la Sociedad
Anónima Jai Alai de La Habana, con un capital de 100.000 pesos oro español.
El proceso de construcción del frontón
fue dificultoso. En 1900 el ayuntamiento ya había dado su consentimiento, pero
Cuba estaba ocupada militarmente por los yanquis y las decisiones eran tomadas
por los interventores que consideraban la obra ilegal. Otaduy tuvo que recurrir
a su relación con el gobernador militar, aficionado al juego, para seguir
adelante. La inauguración el 3 de marzo de 1901 se hizo por todo lo alto, con
la asistencia de periodistas, representantes de la colonia vasca, el cónsul de
España, el obispo, el alcalde y el gobernador militar americano.
Para evitar suspicacias Otaduy
recorrió las instalaciones con todos los invitados, luego el obispo realizó la
bendición y además del himno nacional se escuchó,
por vez primera en la isla, las notas del himno inmortal de José María
Iparraguirre “Gernikako arbola”.
En los discursos Oyaduy explicó las reglas del juego
antes de presenciar una exhibición de pelotaris invitados.
El éxito del Jai Alai fue inmediato entre los habitantes de
La Habana y el juego de pelota llegó a competir con el béisbol, deporte
favorito de los cubanos. El fervor de los espectadores provocó que el frontón
Jai Alai fuera conocido como “El Palacio de los Gritos”. Uno de los pelotaris
de cesta punta que jugó allí al año siguiente fue el portugalujo Miguel
Zabarte.
Entre 1930 y 1950, el Jai Alai de La
Habana fue quizá el frontón más importante del mundo que, según leemos en
internet, “por su propia naturaleza profesional
y su entorno marcado por las apuestas, fue barrido de la isla con la llegada al
poder de Fidel Castro en 1959. Desapareció entonces la tradición y nunca más se
volvieron a escuchar los gritos de los emocionados fanáticos en el Frontón Jai
Alai, trasladándose sus jugadores y corredores de apuestas a Miami.
Ahora el palacio está
en ruinas y su entorno colonizado por la industria precaria de la lucha por la
vida. Se han adosado viviendas a una de sus fachadas. En el barrio, las
habitaciones con baño privado que ocuparon los cestistas soportan un
zafarrancho de colchones apilados y televisores encendidos. Los cables y los
tendederos ocultan el cartel del Toki Ona, el bar que regentó el pelotari
Odriozola”.
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