martes, 10 de agosto de 2021

LA MUERTE DEL ALMIRANTE PORTUGALUJO FRANCISCO DE BALLECILLA


Uno de los investigadores que hemos seguido para confeccionar nuestro Diccionario Biográfico Portugalujo, llegando a utilizar sus propios textos, ha sido nuestro amigo Goio Bañales, cuyo blog que ya hace años que dejó inactivo figura en los link de referencia que ofrecemos sobre estas líneas.

Hoy al recoger la entrada que publicó el 19 de noviembre de 2008, y querer pinchar su enlace nos encontramos con que ya no existe, pues tras unos años de inactividad ha sido eliminado en contra de su voluntad, según nos comenta.

 Lo mismo que nos cedió los pdf de los textos de sus libros para incluirlos en la Biblioteca Digital Portugaluja, algunas de sus entradas las conservamos también por su interés para la historia de nuestra Villa, y procuraremos recuperarlas aquí, como es este caso que se centra en la última batalla de Francisco de Ballecilla en la que se conoce como la "batalla de Brasil".

Trascribimos su texto y la pintura de 1630 de Cornelisz Verbeecq con la batalla entre españoles y holandés: 

Desde que comenzara a servir en la marina a las órdenes del general Zubiaur, en el año 1601, hasta su muerte, en el de 1631, toda la vida de Francisco de Ballecilla estuvo ligada al mar. Estaba considerado como la figura con más proyección de la marina española y nadie albergaba duda alguna de que superaría con creces los méritos de su hermano mayor, el general Martín de Ballecilla, a quien Francisco siempre tomó como modelo en todos los aspectos de la vida, hasta el punto de que en su afán de imitarle, llegó a ordenar que la fachada de su casa en Portugalete se construyese con idéntica traza que la de aquel.

Su muerte, en combate, supuso un enorme golpe moral para sus contemporáneos, especialmente para sus paisanos bizkainos, quienes en gran cantidad se enrolaban voluntariamente en sus navíos que solían estar integrados en las armadas reales

Francisco de Ballecilla perdió la vida en la batalla que la armada española mantuvo el año 1631 con la holandesa en las costas de Brasil. Era almirante de aquella armada que estaba compuesta por 12 galeones, una urca y 12 navíos menores, en la que iba por general Antonio de Okendo. Habían cumplido su misión, desembarcado infantería llevada desde España, y volvían de regreso protegiendo a la flota mercante que transportaba mercancías y pasajeros desde Indias, cuyo grueso estaba compuesto por carabelas portuguesas y galeones españoles.

Las tripulaciones de los galeones de la armada de Okendo se habían reducido al máximo y los holandeses, que tuvieron conocimiento de ello por medio de sus espías, decidieron salirles al paso para aprovechar la circunstancia, y aprovechar su superioridad en barcos y en hombres. Juntaron 15 galeones de gran tonelaje (las naos capitana y almiranta holandesas eran de más de mil toneles y el resto de 500 a 600 toneles) y las dotaron de tripulaciones de hasta 800 hombres. En frente, la capitana de Okendo contaba únicamente 200 hombres en lugar de los 300 habituales, la almiranta de Ballecilla 120 y el resto de la armada embarcaba de 60 a 70 hombres por navío. Se planteaba, pues, un encuentro totalmente desigual.

Los primeros navíos que entablaron el combate fueron las almirantas de ambas escuadras. La de Ballecilla descargó su artillería y mosquetería sobre la holandesa, la cual recibió la descarga sin mayores problemas, y, acto seguido, respondió de forma demoledora -contaba con 38 piezas de 36 a 48 libras, dispuestas en dos alturas-, causando grandes destrozos. Antes de que Ballecilla y sus hombres tuviesen tiempo de reponerse, el navío escolta del almirante holandés, que seguía su estela, le abordó por el mismo lado y disparó sus cargas. Casi de seguido, la almiranta holandesa viró de popa y se colocó a la par del galeón de Ballecilla por la banda contraria, desde donde lanzó tales cañonazos que abrió el navío por la Santa bárbara, comenzando éste a inundarse de inmediato. El galeón San Buenaventura, escoltaba al del de Ballecilla, (era frecuente en las batallas navales que se emparejasen las respectivas capitanas y almirantas, que solían ir acompañadas de un navío de escolta, para combatir entre si), llegó para socorrerlo pero su movimiento fue el peor que podía hacer pues, colocándose en perpendicular a las proas de los tres navíos, impidió que el de Ballecilla pudiese salir de la tenaza holandesa y, en consecuencia, se fue rápidamente a pique.

Ballecilla, que había recibido en su cuerpo dos disparos de mosquete y heridas y quemaduras en el rostro, murió ahogado. Parte de su tripulación pudo ser rescatada por el San Buenaventura.

Después del breve combate entre las naos almirantas se inició otro entre las capitanas de ambas flotas en el que Okendo, mediocre marino pero valiente y temerario como ningún otro, salió victorioso de un enfrentamiento desigual. El resto de los navíos pelearon entre sí, pero solamente el San Martín, del capitán santurtziarra Andrés de Cotillo, de quien ya hemos escrito en este blog, llegó a ser abordado, aunque brevemente. Al ver explotar su capitana los holandeses se retiraron de la batalla. Fue un 12 se septiembre del año 1631

Este fue el trágico final de Francisco de Ballecilla en una batalla que sus contemporáneos quisieron exponer ante la opinión pública como una gran victoria. 

 

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