Portugalete
como puerto de mar contó siempre en la carga y descarga de los barcos con mano
de obra femenina. Quizás la más antigua en los primeros siglos estaría
relacionada con la exportación de mineral que llegaba al muelle a través de
carreteros desde los montes de Triano o por la ría en gabarras desde Galindo,
recibiendo estas cargueras el nombre de venaqueras, aunque fueran muy minoritarias y de las que no tenemos noticias.
Sabemos
que en Bilbao se llegaron a organizar como gremio, con sus categorías, y usando cestos en la cabeza descargaban o trasportaban la carga que llegaba
en los barcos como podía ser el bacalao, hasta los puntos que se necesitaban
como gabarras o almacenes comerciales.
En
los muelles de Bilbao se recuerda a estas cargadoras agrupadas en cuadrillas
con una capataza como fuera la famosa Trini
la Sañuda, que dirigía este
tipo de trabajos con gran habilidad y pericia y participó varias veces en
política como representante de Víctor Chávarri. Y con cierta sorna
se decía de ella que era conservadora… de sus caudales, ya que gracias a su
trabajo había conseguido enriquecerse. En época de elecciones se presentaba por
uno de los distritos que mayores atenciones y peligros ofrecía para el partido
conservador, y en el que los prohombres bilbaínos invertían elevadas sumas de
dinero que la Trini se encargaba de administrar en la búsqueda del ansiado
voto. Su participación en importantes mítines fue muy comentada, si bien, dejó
la política activa y se volvió a su trabajo en los muelles.
En Portugalete se conservan pocos datos de estas cargueras que cargaban y descargaban los barcos o medían y pesaban las mercancías de los mismos.
Así encontramos noticias en 1762 sobre cinco mujeres casadas
contratadas por otra mujer, Manuela de Basarrate, para medir la cantidad de sal
transportada por un barco portugués. En el censo de 1824 encontramos a 6
mujeres que se denominan ellas mismas como cargueras.
En la Villa ya en el siglo XX fue más habitual
las mujeres descargando el pescado, (las fotografías superiores de hace un
siglo son clásicas). Muchas de ellas esposas de los pescadores que luego harían
la función de “revendedoras” y “regateras” en otras muchas localidades de la
costa.
Ya en los últimos siglos fueron numerosas las
mujeres casadas con pescadores, viudas o hijas solteras de pescadores, dedicadas
a la venta de pescado y reparación de redes. En la Cofradía de Mareantes podían
llegar a formar parte aunque se quedasen
viudas, siempre y cuando no se casasen nuevamente con un hombre que no se
dedicase a ese oficio.
Bajo estas líneas un detalle de una foto de Eulalia Abaitua de cuatro mujeres en una embarcación de hombres en el Muelle Viejo en los primeros años del siglo XX.
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