Fue uno de los
personajes populares que tuvo la Villa en la primera mitad del siglo XX. Llegó como
tripulante de un barco pesquero de Bermeo en el que le llamaban el “cho” y al
quedare en tierra le siguieron conociendo con ese apodo.
Se hizo muy popular y
querido, por ser un hombre bueno y participar en todos los festejos que se
celebraban en las fiestas. Cuando le hacían renegar se llevaba las manos a la
cara arañándose.
Sin un oficio fijo,
trabajó una temporada para Salaberri, el carnicero de la calle del Medio
anterior a Garate, bajándole la carne desde el matadero, y al dejar ese trabajo
se dedicó a vagabundear por la Villa.
El Ayuntamiento le
envió de vuelta a su Bermeo natal, pero nuestro hombre añoraba Portugalete y a
los tres días se presentó andando nuevamente aquí.
La beneficencia
municipal de aquellos primeros años del siglo pasado contemplaba la asistencia
medica gratuita a los pobres y con cinco años de residencia se le atendía en el
Hospital.
Así que el 15 de
febrero de 1923, “enfermo y lleno de miseria” ingresó en el Hospital Asilo
donde bien cuidado pronto se recuperó, teniendo que abandonar el centro.
Era tanto el cariño
que la gente le tenía, que el presidente Pablo de Carranza, “poseído de un
sentimiento de piedad hacia este desgraciado, no le ha comunicado la orden de
salida, porque hacerlo es condenarle a que otra vez le invada y vaya paseando
la miseria por las calles, y como el reglamento no le permitía tenerle a cargo
del hospital”, solicitó al Ayuntamiento que abonara la estancia del mismo.
En su estancia en el
Hospital donde murió, coincidió con otros personajes populares como “Donini” y “Bolillas”.
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