El
pasado día 7 de Junio, se celebró en Portugalete la tercera edición del Txakoli
Fest y entre los actos programados, figuró el despalillado y prensado de uvas
de importación, cuyo rico mosto fue repartido entre los numerosos curiosos y
participantes.
La
asociación Portugaleteko Mahastizainak estrenó una despalilladora y una prensa
que ha adquirido recientemente junto a un juego de jarrillas.
José
Hernández “Pepillo” me sorprendió con la siguiente pregunta: ¿Sabes de dónde
provienen estos tacos que estamos utilizando como suplemento en la prensa?
Lógicamente, no tenía ni idea y su explicación me pico mi curiosidad habitual
por temas portugalujos: “Son restos del antiguo balneario de la Playa del
Salto”.
Resulta
que aquel balneario que se levantó en 1876 íntegramente en madera sobre 54
pilares de cemento anclados en la arena, una vez aprobada la solicitud de
Fermín Arnedo y Emiliano de Arriaga, pronto pasó a ser un centro social de la
vida portugaluja y bilbaína, donde, además de los baños en agua de mar con
algas, se celebraban todo tipo de fiestas, banquetes, tertulias, bailes, agasajos,
conciertos, comidas, etc. Contaba el Noticiero Bilbaíno del 12-8-1876 que la
colonia de bañistas había tenido la feliz idea de improvisar una fiesta y baile
en la galería del pabellón balneario que engalanaron con faroles venecianos y banda
de música militar, constituyendo un gran éxito, que animó a repetirla los
jueves y domingos, hecho que pudo ser el preludio de los “txitxarrillos” en la
Plaza del Solar.
Los
años fueron pasando y la estructura original se fue modificando y ampliando. De
un estudio realizado por el antiguo archivero, Roberto Hernández Gallejones, he
extraído los datos que cito a continuación. A propósito, su plaza sigue sin
cubrirse desde hace casi un año, lo cual ha generado que a los investigadores
se nos haya privado el acceso al Archivo Histórico y estos pequeños trabajos,
queden con lagunas a rellenar.
Una
vez cedidos por el Estado al municipio en 1903-1904 los terrenos calificados
como marismas, pensaron dedicarlos a construir viviendas sobre los cinco
solares resultantes y poco a poco, aquel balneario se fue viendo arrinconado tras
construirse primero el Muelle de Hierro en 1887 y el muro de cierre y rampas de
acceso a la playa en 1905, así como el relleno de los terrenos de la playa entre
el balneario y el muro, ya que la extracción de arena había generado grandes socavones,
perdiendo el encanto de ver las olas romper a sus pies. El edificio abarcaba
desde el muelle (actual casa de Vicuña) hasta el escarpe (actual escenario del
parque del Dr. Areilza).
En
1909, figuraban como propietarios Fermín Arnedo, Ernesto Hoffmeyer y la
Compañía de Maderas S.A. de nacionalidad noruega, con su director gerente al
frente, Julio Larsen.
Estos,
habían dado en 1905 poder a Federico Langard para la administración del
balneario, figurando como último arrendatario, pero ya al ayuntamiento, Juan
Estévez (1909), al que las muchachas del servicio llamaban “el amo Juan”.
A su lado, su esposa Dª Eusebia Burusteta, “gran señora, muy trabajadora y
una gran cocinera a quien muchos tenían a gala encargarla confeccionarlos
platos más exquisitos…”. Recibieron el edificio y los enseres inventariados
entre los que destacaban: Tres bañeras de mármol, tres de hierro con baño de
porcelana en la sección de baños calientes. Un salón con 32 sillas de hierro,
un piano, cuatro divanes, dos mesas para juego de damas. Un café-restaurant con
sus mesas de mármol, ocho veladores de hierro, dos candeleros y un servicio de
mesa grabado con las iniciales de la casa, amén de múltiples elementos de
cocina, cucharas, cucharillas, tenedores, etc.
Ante lo que se avecinaba, en
1908, Santos Zunzunegui había solicitado permiso para construir un nuevo
balneario, paralelo al Muelle de Hierro, situándolo a cuatro o seis metros de
distancia, con acceso al mismo mediante pasarelas y dejando libres 100 metros entre
el nuevo balneario y el muro de cierre de la playa. El proyecto no se llevó a
cabo y la sentencia de muerte llegó en Mayo de 1913, cuando tras varias
vicisitudes, la Corporacíon portugaluja decretó su derribo y los Estévez-Burusteta
se quedaron sin trabajo. En una parte del solar del balneario, Ramón Vicuña construyó
en 1915 su magnifica casa del Muelle y sobre aquellos cimientos y alrededores
se construyó el parque que inaugurado en 1917, recibió años más tarde (1927) el
nombre de Parque del Doctor Areilza.
Creo
haber leído en algún expediente que los enseres se vendieron a los balnearios
de Las Arenas y que los pabellones construidos en madera de pino tea se
desmontaron y se reutilizaron (no se puede comprobar con el Archivo cerrado).
Era normal en los derribos que el contratista o el ayuntamiento se quedara con
los materiales reutilizables.
Uno
de los pabellones laterales fue trasladado a Pando, junto al Campo Santo, dedicándolo
a dos viviendas y varias tablas más sirvieron también para forrar a modo de
impermeabilización la fachada trasera de la casa alta (nº 17). José Miguel
Comonte, que vivió junto a ellas, recuerda siendo niño, la bandada de
murciélagos que emigraron al retirar las tablas. Ha querido el destino que, parte
de sus lustrosas maderas hayan llegado hasta nuestros días, dado que, aquellas
dos viviendas (nº 19) fueron adquiridas como almacén por “Pepillo” a mediados
de los ochenta y en el momento del derribo, en 2008, para construirse en la
zona el Polideportivo Pando-Aisia, nuestro amigo guardó en una lonja buen
número de maderas de sus marcos de ventanas y puertas, aunque la celeridad del
derribo no le permitió salvar más. Cuando “Pepillo” encuentre la caja con la
documentación, nos contará quien y cuando levantó el pabellón de Pando.
Ahora, al necesitar los mahastizainak unos buenos tacos de madera para suplementar el mecanismo de su nueva prensa, no lo dudó un momento y las vetas de aquellas viejas maderas impregnadas en salitre han vuelto a lucir al sol, después de siglo y medio, en forma de lustrosos listones, haciendo más fácil el prensado de la uva.
JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO
Esto sí que es seguir la trazabilidad, muy bien.
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