La gran zona lúdica de la calle eran todas las campas que
componían la colina del alto de San Roque, donde antiguamente el santo tuvo su
ermita y que desde 1879 albergaba a un fuerte militar que se componía de un
gran barracón pintado de rojo, que con una estructura longitudinal, asomaba su
amenazadora imagen sobre la Villa y El Abra y por la parte posterior, un gran
foso remataba los otros dos lados de un triángulo.
No disponemos de fotos (constituirían secreto militar) y
las pocas que se conservan son desde lejos, como es el caso del frontón o desde
lo alto del puente colgante.
El fuerte se convirtió también en lugar de ejecuciones de
penas de muerte. En 1908 fue fusilado el carabinero Agapito Zorrilla por haber
matado a tiros a un sargento y en 1940, se ajustició a garrote vil a tres
hombres por haber asesinado a un cuarto al que pretendieron robar el jornal. De
este último todavía se recuerda que era una verdadera riada de gente la que
subía por la calle a presenciar el espectáculo.
Sus instalaciones cayeron en desuso y ante el problema de
la vivienda, la alcaldía autorizó que las ocupara gente necesitada, entre ellos
Florencio Villar, que ejerció las funciones de “alcalde de barrio”. Los
portugalujos lo bautizaron como Abisinia y el tal Floren adquirió el apodo de
El Negus y algunos le recordarán en su puesto de la plaza, frente a la mirada
fija de Chávarri y los dos trabajadores de la estatua.
En cuanto a las campas, diremos que el primer bocado se lo
dio el ayuntamiento al proyectar un moderno edificio de escuelas, que fue bien
acogido por todo el pueblo, pues cubría una gran necesidad. Su inauguración fue
en 1927.
En torno a él todavía quedaba una buena campa bajo el
frontón y otra junto al lavadero.
Tras la guerra los vecinos tuvieron un día un sueño al ver el proyecto que de la mano de Fidel Leza reflejaba una idea municipal. Pero
sólo fue un sueño.
Colocamos bajo estas líneas su proyecto y seguiremos
pisando tierra con las campas.
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