Este
mes hemos recogido en el periódico enportugalete.com
la ficha del capitán portugalujo Quintin Uralde, por lo que vamos a extendernos
antes un poco en su aventura con el Igotz-Mendi, durante la I Guerra Mundial.
Tras
darse por perdido su rastro el 10 de noviembre de 1917 cuando se dirigía de
Madagascar a Colombo, a través del Océano Indico. Su misteriosa desaparición
hizo que le llamaron «el buque fantasma» y se estuvo a punto de organizar
funerales por su tripulación y hasta se dijo que alguna “viuda” llegó a
contraer nuevo matrimonio.
La
aventura había empezado al avistar al "Wolf", mercante alemán habilitado
de crucero auxiliar, que destacó un hidroplano con orden de parar la máquina. De
él subieron al "Igotz" dos oficiales al mando de una dotación de
presa, revisaron la documentación, arriaron la bandera española y arbolaron la
de la Armada Imperial alemana. Cinco días después fondearon en la isla Garayos
y transbordaron parte del carbón al "Wolf", le pintaron el casco de
azul oscuro al "Igotz" y quitaron de la chimenea la
contraseña de la
naviera bilbaína, pasándole 21 prisioneros ingleses y 5 neutrales, con escasez
de provisiones consistiendo el principal alimento frutas de la isla, conservas
y patatas.
De
allí tras doblar el cabo de Buena Esperanza realizan una penosa travesía del Indico
al Atlántico aprovisionando al "Wolf" en la brasileña isla Trinidad,
para seguir acompañándole en un asombroso "raid" hasta que fuerza el
bloqueo y entra en Kiel con 400 tripulantes de 35 buques enemigos hundidos y
riquísimo botín. En Islandia, con bajísimas temperaturas árticas, el
"Igotz" capea un recio temporal, que con el hielo le avería
seriamente. Arrumbando a la costa noruega, entran en el Báltico y el 24 de
febrero de 1918 un error del oficial alemán de guardia le hace embarrancar y al
día siguiente saltan a tierra donde son muy bien acogidos. Reflotado el barco
el 11 de marzo, sale con carga de carbón para Bilbao.
El
21 de junio, a las ocho de la tarde, entra en el Abra escoltado por infinidad
de embarcaciones, en un gran recibimiento en los muelles, con pañuelos,
aplausos, vivas, cohetes... mientras hace sonar su sirena.
Cuando
los tripulantes desembarcan y abrazan a familiares y amigos, Pilar Aróstegui,
hermana del calderero del "Igotz", decía conmovida que su madre, Juana
Imaz, había muerto de pena la víspera de saberse, tras 110 días, que su hijo
estaba vivo.
El
18 de julio de 1918 se celebró una misa en la basílica de Begoña de acción de
gracias presidida por Ramón y Alejandro de la Sota y el capitán del
barco, Quintín de Uralde.
Aunque
en internet existe abundante información sobre este suceso, de donde proceden
varias de las imágenes, en la Biblioteca Digital Portugaluja, hemos recogido el
artículo que el 28 de marzo de 1970 publicó en EL CORREO, el conocido
periodista Camarón, con el croquis que acompaña esta entrada..
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