Ante esta epidemia de coronavirus que sufrimos, vamos a
recordar la que debido al cólera morbo asoló
la Villa en 1855.
Ya había habido un aviso en febrero de 1854
pero un nuevo rebrote de la epidemia,
en esta ocasión mucho más virulenta, tuvo lugar en el mes de junio cuando se
acababa de contratar a un nuevo médico titular, Froilán de Labra y Ubiondo, y
este se hallaba ausente.
La epidemia afectó en primer
lugar a nuestros vecinos de Santurce y si la primera víctima tuvo lugar el día
15, para final de mes habían fallecido 27. Se despidió al médico interino contratando
a otro que se hallaba accidentalmente en el pueblo, abonándole 100 reales
diarios hasta que volviera el titular.
La mayoría de los miembros de la Junta de Sanidad, incluido el farmacéutico Julián de Lejarreta, decidieron
abandonar la población, con lo que debió procederse al nombramiento de otra nueva agrupación.
Además del hospital existente
en la Villa, se decidió instalar uno provisional para los coléricos, aprovechando
los donativos recibidos en la epidemia del año anterior, y encargando de su
administración al maestro José García, dado que las clases en la escuela
estarían suspendidas, pero en una muestra de solidaridad Domingo Ibarrola,
residente en Madrid, puso a disposición de los
mismos su casa de Campo Grande a la vez que ofrecía un donativo de mil reales
para su atención.
Las fotos que acompañan a esta
entrada sitúan en punto de Campo Grande bien a las afueras del casco, en la
cornisa cerca de Santurce.
Fueron dos meses terribles en los que se llegaron a
contabilizar 88 muertes, dándose el caso curioso de que el 2 de julio murieron
con pocas horas de diferencia, los padres del indiano Manuel Calvo Aguirre,
Matías Calvo y Maripepa Aguirre, que durante años había regentado la Fonda de Calvo
en la Plaza esquina al cantón de Carnicería.
La infancia fue el colectivo más afectado pues se
contabilizaron 32 víctimas de menos de 13 años, entre los que se encontraba una
hermana de un año de Miguel Loredo Rola, que unos años después sería el brillante
Apoderado de la Villa en las Juntas Generales.
Entre los adultos que fallecieron la media de edad era de
50 años, pues eran raros los que vivieran más de 70 años.
Las ayudas también
llegaron de los municipios vecinos. Juan Tomás
Arrarte, alcalde de Santurce, que había recibido de su cuñado Cristóbal
Murrieta un donativo de 2.000 reales para atender a los afectados del cólera, pero como éste había desaparecido
de su Concejo los entregaba para paliar la enfermedad en Portugalete. Francisco
Luciano Murrieta, desde Londres aportó otros 2.000 reales y cuando se le indicó
que se trataba de conseguir fondos para la construcción de un hospital subió su
aportación hasta los 8.000.
A este movimiento de
solidaridad se unieron personas como la Reina, el obispo de la Diócesis de
Santander, la empresa Ibarra hermanos y Cía. y diversas personas como Tomás
Epalza, Marcelina Elorriaga, Bernardo Castet, o Tiburcio Chávarri.
Tras desaparecer el peligro de
la epidemia quedó solo el hospital municipal y se siguió encargando del mismo
el citado maestro, que tras jubilarse en 1857 lo siguió haciendo hasta 1873
como medio de complementar la exigua jubilación que cobraba.
Sobre este tema hemos recurrido al trabajo de Jaime Villaluenga,
La sanidad y la beneficencia de Portugalete a mediados del siglo XIX, y de Aurelio Gutiérrez Cólera morbo en Portugalete en 1855.
No hay comentarios:
Publicar un comentario