Martintxu, ha rememorado
en este blog en numerosas ocasiones sus recuerdos, tanto de su calle del
Ojillo, de sus maestros en Zubeldia o en Ruperto Medina, y de la vida de
aquellos años de hace ya medio siglo.
Hoy aprovechamos que
en nuestros archivos mantenemos otros recuerdos, para junto con una de sus
fotos con sus padres y la otra con su casa del Ojillo, sacada del archivo
familiar de Marinita Pérez, que aparece en bici, recoger algunos fragmentos de
ellos.
Brotan ante mi, imágenes de un Portu gris,
pardo, sucio, con edificios viejos, muchos abandonados y calles aun no
asfaltadas. El Ojillo, mi calle, creo recordar que lo fue en 1960, pero la del General
Castaños, por donde pasó el tranvía, ya lo estaba.
Los sonidos que más asoman son los que se
apreciaban en la noche, ladridos de los perros libres y los de las fábricas más
cercanas, junto con la imagen del cielo rojo -cuando extraían la colada en los
hornos altos-, los “cuernos” de aviso del comienzo de los turnos,...
Todavía tengo la imagen de la playa, donde solia
ir con la abuela Martina a recoger leña seca, que quedaba sobre la arena tras
la pleamar, y era útil, como ahorro, para la cocina de carbón.
Recuerdo el Txakoli La Parra, pasado La
Florida, tambien el de Larrea, yendo por la carretera de Cabieces, a la
derecha, cuando Portu deja de ser Portu.
Era yo un remache cuando se soltaban las
vaquillas en El Ojillo, por San Roque, y apenas me quedan flashes de lo que
ocurria. Sí que recuerdo que ese día usábamos pañuelo rojo y los contínuos
bailes y biribilketas hasta la hora de La Bajada.
Desde lejos, 560 km., sigo viendo el
tablado en los juegos de la Virgen de la Guía ante la hornacina de la Virgen,
las narices negras -y hasta la frente- por el betún untado en el culo de la
sartén para soportar el duro que había ahi adherido y que se retiraba a
refrotones de la napia. Veo también, la tarta de merengue untada en la cara
blanca de los participamte en la Sopa Boba.
Para Santiago y para la Virgen de agosto,
se nos ofrecían las cucañas instaladas en los remolcadores fondeados frente a
la Fabrica de Tubos,...
Guardo mi presencia en las partidas de
brisca que jugaban en casa de Carmen -en el Alto de la Pastora- cuatro señoras,
ya mayores: Martina, de El Ojillo; Filo (que tenía sus cochineras allí, justo
al lado), la Rubia, de Ruperto Medina -con su litrona de El Ciervo- y la misma
Carmen, madre de Ángel y Luis, que me tomaron como mascota por algún tiempo.
Los cochinos de Filo me asustaban y, de
hecho, eran motivo de sueños inquietos en los que me mordían. La llegada a
aquella casa, en lo alto, se hacía desde la Estrada de Zomillo, por un sendero
en pendiente que bordeaba la Campa del Gordo por la derecha y transcurría sobre
la cantera por el lado zurdo.
Enfrente de ese camino, un poco más arriba,
en la Estrada, estaba la puerta de madera del huerto de Atenógenes, cuñado del
abuelo Pablo, bordeado por un alto muro en mampostería, que ya fue arrasado por
la modernidad inmobiliaria.
En fin, imágenes de un pasado irrepetible.
Muy bonitos y entrañables recuerdos, que sólo en parte he compartido: cuando El Ojillo era testigo de carreras de bicis, cuando en dicha calle se montaba un tablado por fiestas de San Roque, la cantera al lado de la Campa del Gordo, hoy edificada, cuando Los Llanos era todo campas, las sanjuanadas que se hacían en lo que hoy es Plaza de Marcos Escorihuela, las vaquillas en el Muelle Viejo... Un encantador Portugalete que ya se nos fue.
ResponderEliminarUn Portugalete "gris, pardo, sucio, con edificios viejos, muchos abandonados y calles aún no asfaltadas" solo puede ser "encantador" para quien no lo ha conocido. Eso sí: al menos, no era una trola turística ni postalera.
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