En el ultimo libro de
Roberto Hernández Gallejones, que se presenta el miércoles, dedicado a la Vida
Municipal de la Villa nos habla de la historia de los policías municipales y de
la existencia de los serenos.
Leyendo un ejemplar
del Noticiero Bilbaino del 16 de julio de 1895, encontramos una curiosa queja
del vecindario sobre su actuación.
Se quejaban “de la
total ausencia de serenos por la noche, que aunque los consideran pocos en numero
para las atenciones de esta villa, ellos sin embargo encuentran medios para
hacer aun menores los auxilios que deben prestar y desde determinadas horas de
la noche, mientras unos descansan, otros se encargan de cantar las horas por
todo el pueblo, haciendo ver la vigilancia de todos sus compañeros”.
En el citado libro de
Roberto se nos dice que ese año su número era de 6 y que estaban descontentos
con su salario pues consideraban su trabajo penoso y de bastante
responsabilidad y además tenían que pagar de su bolsillo el aceite de las
farolas. También nos describe su vestimenta: Capote, gorra de piel, cinto y una
badana, “para resguardar el pecho del calor de la linterna”, y además
llevaban una lanza, una carraca, dos silbatos y un farol inglés, o sea algo
parecido a las fotos que hemos encontrado en la red. En general la mayoría
procedía de Castilla.
En cuanto a la queja
del periódico, añadían que “si los serenos velaban toda la noche, durante el
día habrían de dedicarse al descanso, por lo menos seis o siete horas, pero en
vez de dormir se dedican a diferentes trabajos y hasta algunos eran agentes de
consumo, cuyo servicio prestan al rematante del fresco, desde las seis de la
mañana hasta la hora de empezar el servicio nocturno”.
La Villa en aquellos
años no alcanzaba los 5000 habitantes y la mayoría vivían en el casco viejo.
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