Sunday, December 8, 2024

LA ANÉCDOTA DE FAUSTA "LA CACHONDA" EN EL "TEATRILLO

 


Tras la presentación del ejemplar nº 5 de Tesoros Portugalujos, dedicado al TEATRO PORTUGALETE. El popular "teatrillo" (1908-1966), surgieron diversas anécdotas que recordaban la vida de tan entrañable teatro.
    Aquellas interrupciones en las películas porque el siguiente rollo no había llegado, o anunciando que el Atlethic había marcado un gol, con el consiguiente jolgorio y aplausos, o avisando al médico que estaba en la sala para que saliera para acudir a atender a un vecino,…
Las ratas que entraban por las tuberías desde la ría y se paseaban en plena sesión por encima del marco del telón, la señora que se cayó desde “el gallinero” al patio de butaca, …

Javier García-Borreguero y Ondiz, que no estuvo presente en dicho acto, nos envía una anécdota que consideramos de interés pues pasa a engrosar ese repertorio de nuestra historia:

Como bien sabéis, en el mundo del teatro era tradicional y lo ha sido hasta hace muy poco, la representación de la obra de José Zorrilla, DON JUAN TENORIO, en el primer día de noviembre que es la víspera del día de los Fieles Difuntos.

Como el día uno es festivo por ser la conmemoración de Todos los Santos, era costumbre representar esta obra por ser tiempo dedicado a ellos, puesto que en esta obra cobran su protagonismo. Tradición perdida y cambiada por algo de influencia americana que no entendemos bien, pero que se ha impuesto entre los chavales y que le llaman “Halogüín” (O algo así?).

Y como ya habréis adivinado en el Teatrillo de Portugalete también solía representarse el “Don Juan Tenorio” por estas fechas.

La anécdota, me la contaba mi madre, que cuando iba al cine, teatro o algún espectáculo con mi padre, era un detalle de Luís de la Fuente que los acomodadores tuviesen reservado siempre un asiento para los médicos cerca de la puerta, por si surgía alguna llamada de urgencia y así evitar otros avisos escritos a mano y que se proyectaban interrumpiendo la siempre interesante película.

Pues bien. En la segunda parte de esta obra el primer acto se desarrolla en el cementerio-mausoleo que la familia Tenorio ha construido sobre su antiguo palacio de Sevilla, y allí están las estatuas representando a los difuntos cuya muerte está ligada al personaje de D. Juan Tenorio: Don Diego Tenorio, Don Gonzalo de Ulloa, Don Luís Mejía, y Doña Inés de Ulloa.  Don Juan regresa a Sevilla años después, y en el colmo de su libertinaje y desvergüenza invita a cenar en su casa a la estatua del Comendador Gonzalo de Ulloa. Son El Burlador de Sevilla y el Convidado de piedra, que Tirso de Molina ya recoge en 1612.

Ahora nos trasladamos al Teatrillo de Portugalete, y se alza el telón de la segunda parte. Efectivamente aparece el mausoleo con las estatuas al fondo, mientras D. Juan Tenorio está hablando con los muertos (…“Si buena vida os quité, buena sepultura os dí”…).

Pero en esto, una de las estatuas del fondo, que estaba maquillada con harina para mejor aparentar el mármol blanco, no puede aguantar más sus picores y estornuda.

Esto ya de por sí, hizo que resonasen en el teatro algunas risas. Pero al producirse un segundo estornudo y de la misma estatua, aquello desarrolló que ya todo el Teatrillo estallase en contagiosas y grandes carcajadas, de tal modo que la representación tuvo que detenerse. Esta situación no acabó de calmar el alboroto, porque un portugalujo de las primeras filas ya con las luces encendidas, reconociendo al actor que hacía de estatua se dirigió al público, chivándose en voz alta: “¡Pero si es Fausta la Cachonda!”, dado que éste era el apodo con que todo el pueblo conocía a aquella persona.

Este reconocimiento popular, provocó nuevas risas e incontenibles carcajadas que duraron largos minutos, hasta que a repetidas señas de D. Juan se consiguió el silencio para una vez apagadas las luces continuar la representación.

Pero “Fausta” estaba herido en su orgullo, y aprovechando el nunca mejor llamado “silencio sepulcral” conseguido por el protagonista para reanudar la obra, se giró en su pedestal hacia el patio de butacas y dirigiéndose al respetable exclamó en voz muy alta: “Lo que pasa es que el público tiene muy poca educación”.

Imaginarse el desorden y cachondeo que vino a continuación y deducir que se iba a suspender la función es fácil. Lo difícil fue concluir la representación tras más de media hora de descanso para por fin calmarse todo el mundo. Pero se llegó al final entre los aplausos del público.

       Por cierto, que el tal “Fausta la Cachonda” no salió a saludar al final, aunque su nombre fuese coreado y requerida su presencia por todo el pueblo asistente al Teatrillo. Se había enfadado muy seriamente.

Publicado el 11 de diciembre 2009

2 comments:

  1. Es muy buena esta anécdota y típica del "pueblo".
    Portu siempre ha tenido personajes de este tipo de "Fausta la cachonda", y que han gozado de gran popularidad y cariño por parte de toda la Villa. No citemos la larga lista porque algunos que en ella se encuentran, podrían sentirse ofendidos.
    Pero si perdemos este tipo de personajes, será seguramente porque estaremos dejando de ser "populares" y pasando a convertirnos en casi "urbanos".
    Pero sin miedo: Entidades como El Mareómetro, nos ayudan a conservarnos como nos gusta recordar a nuestra Villa.

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  2. Totalmente de acuerdo con el comentario.
    La anévdota es genial, y por supuesto digna de la Villa de entonces.

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