martes, 10 de julio de 2018

PRIMERA GUERRA CARLISTA EN PORTUGALETE (3): EL SEGUNDO SITIO DE BILBAO




En el segundo sitio de Bilbao, que tuvo lugar entre octubre y diciembre de 1836, la Marina jugó un papel muy importante. Ya desde junio el almirante lord John Hay, con el Phoenix, el HMS Salamander y algunas cañoneras, estaban en la Villa, que contaba también con la presencia de los buques ingleses Ringdove y Saracen, que atacaban con su artillería a los carlistas y suministraron material de combate a las fuerzas acantonadas en Bilbao a través de la ría. Por su parte la armada española con los buques Eduardo, Clotilde, Leopoldino y Veloz, al mando de Francisco Armero y Fernández de Peñaranda,  realizaban incursiones por la ría intentando levantar el cerco que al final le valieron a este militar sus primeros ascensos y condecoraciones hasta llegar a Capitán General de la Armada y el título de Marqués del Nervión.

El día 25 de noviembre llega nuevamente Espartero con 14.000 soldados ( 10 regimientos y 2 de Caballería) estableciendo sus cuarteles, depósitos de armas, municiones y víveres, así como hospitales de sangre, y convocando de inmediato a todos los generales y jefes del Ejército del Norte y de reserva, a una reunión en el convento de Santa Clara para deliberar y aprobar las acciones para la liberación de Bilbao.

El día 27 inicia el avance hacia Bilbao que es rechazado por las posiciones carlistas que estaban muy bien fortificadas, por lo que tras consultar con los jefes de la Marina Española y de la Marina Británica se dispuso a construir un puente sobre la ría a la altura de la Plaza, fuera del alcance de la artillería enemiga aunque expuesto por su cercanía a la desembocadura de la ría a sufrir la fuerza del oleaje.

El puente se empezó a construir el amanecer del día 29 de noviembre hasta las diez de la mañana del siguiente colocando en línea abarloada 32 lugres, goletas y bergantines que se hallaban en la ría, perfectamente amarrados en una extensión de 680 pies, y con sus planchas de cuarteles de unos a otros. Para ello se recurrió a toda la madera existente en la Villa y sus alrededores, incluyendo toda la tarima del suelo de la iglesia, dirigiendo la operación los brigadieres comandantes generales de las fuerzas navales que operaban en la costa de Cantabria, D. Manuel de Cañas y D. José Morales de los Ríos, con el apoyo de los bergantines ingleses Rindove y Saracen y la marina del puerto de Castro Urdiales.

Como resultado a las cuatro de la tarde se hallaba en la otra orilla todo el ejército con más de 800 caballerías de todas clases, permaneciendo aquella noche acampado en las alturas inmediatas de Algorta y Lejona y notificando a través del telégrafo a los defensores de Bilbao el comienzo del avance para su liberación.

Pero el 5 de diciembre arreció el temporal con una espantosa resaca que además de la pérdida total del quechemarín San Bernabé, destrozó el puente que era la única comunicación con la orilla izquierda desde donde tenían que recibir los víveres y las municiones y poder evacuar sus heridos.

Ante ello, Espartero retiró inmediatamente en barcazas la artillería a la orilla izquierda, pasando después la fuerza restante y comenzó la construcción de un nuevo puente más al sur y protegido de los embates del mar pero ahora bajo el alcance de la artillería carlista, que también partió en dos el temporal. El avance hacia Bilbao con caminos convertidos en barrizales hizo que Espartero se retirara nuevamente el día 15 a Portugalete.

El día 17 llegó a Portugalete un refuerzo de tropas y una importante provisión de víveres, dinero y municiones, tras lo cual Espartero se decidió a forzar nuevamente el paso por la orilla derecha. Se comenzó con la construcción de un nuevo puente, facilitando los comandantes de los buques británicos balsas para realizar previamente el paso de la artillería y parte de la caballería a la orilla derecha durante la noche del día 19 y el amanecer del 20, mientras aquel se estaba terminando. Sería el comienzo del final de lo que ha pasado a la historia con el nombre de la batalla de Luchana que dio paso a la liberación de Bilbao el día 25 de diciembre de 1936 y que le valió a Espartero el título de “Conde de Luchana”.  

Tras esta memorable batalla, llegaron a la Villa unos 500 heridos y como se carecía de hospital los vecinos más acomodados ofrecieron sus moradas para instalarlos como emergencia teniendo que afrontar nuevamente otro gravamen muy grande como fue el de alojamientos. Los vecinos se dedicaron también a construir hornos de panadería para poder avituallar a las tropas. La Corporación solicitó el establecimiento de cuarteles de guarnición, por lo menos para poder albergar a la mayor parte de los efectivos militares, dado que sus habitantes estaban empobrecidos por los efectos de la guerra.

La guarnición era de 1.900 hombres sin incluir los muchos soldados que iban de paso en diferentes partidas, siendo en estos últimos años de la contienda el responsable de la misma Carlos Chacón y Michelena, teniente de un Batallón de Artillería de Marina, responsabilizándose de la artillería Nicolás Chicharro y Leguinechea que mandaba también el cañonero Veloz.

Los munícipes de 1837 alertaban que dado que las casas normales de la Villa soportaban del orden de 10 a 12 militares por habitación, ante la llegada del verano dicho hacinamiento podría provocar una grave epidemia. Lo que si consiguieron fue que el Ministro de Hacienda, tasase y pagase el perjuicio producido en la iglesia que ascendió a la cantidad de 16.085 reales y 17 maravedíes.

En otro pleno del 16 de mayo de 1838, vuelven a exponer los graves perjuicios y penurias que habían sufrido, con edificios que se habían venido al suelo o quedado en ruinas, y con conductas desmesuradas que hubo que tolerar por no ser fácil atajarlas y ante la escasa cosecha que ahora se recolectaba se les sisaba cerca de la mitad “sin que sus quejas bastasen a contenerlo, porque a las veces se frustran a la astucia de los usurpadores, y es de temerse que siga adelante este pernicioso abuso”.

El fin de la guerra tuvo lugar con la firma de lo que se denominó Convenio de Vergara, entre los generales Espartero y Maroto, siendo decisiva la mediación del almirante  inglés John Hay, jefe de la escuadra británica que había sondeado previamente a los generales de los dos bandos para conseguir el fin de la guerra.

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