lunes, 15 de abril de 2024

UN AVIADOR NAZI PRISIONERO EN SANTA CLARA EN 1937

 


En la sección Tiempo de historias de EL CORREO del domingo día 14, Julio Arrieta nos recuerda esta historia de la guerra civil.

El lunes 4 de enero de 1937 ocho cazas despegaron para proteger Bilbao de una escuadrilla de bombarderos alemanes. Cuando por fin aparecieron, cuatro de los defensores se habían retirado a repostar y fueron los aviones restantes los que se enfrentaron a los agresores.

El bombardeo causó cinco muertos y otros tantos heridos, más la pérdida de un piloto republicano derribado sobre Zeberio. A cambio, los defensores derribaron uno de los trimotores alemanes, que se estrelló cerca de Alonsotegi. Tres de sus tripulantes murieron en el impacto, pero los otros dos lograron saltar antes en paracaídas. Uno, el subteniente Adolf Hermann, berlinés de 27 años, cayó en el barrio de San Adrián y fue linchado por la muchedumbre, que luego arrastró su cadáver por la ciudad hasta la sede del Gobierno vasco. El otro, Karl Gustav Schmidt, cayó cerca de Enekuri y estuvo cerca de correr la misma suerte que su compañero. Uno de los que le protegió pistola en mano fue precisamente el aviador que poco antes había tomado tierra con su aparato víctima de la metralla alemana.

Conducido a Bilbao, como una turba se dirigía al Gobierno vasco para matarlo, Joseba Rezola, secretario general de Defensa, hizo que fuera trasladado al cuartel del Cuerpo Disciplinario en Portugalete situado en el convento de Santa Clara.

Cuando corrió la voz de que no podían hacerse con su cabeza todas las miradas apuntaron hacia los presos derechistas que se hacinaban en las cárceles de Larrínaga, El Carmelo, la Casa Galera y los Ángeles Custodios y hacia allí se dirigieron miles de personas con ansias de venganza, según resume el investigador Guillermo Tabernilla. «Todos los resortes del sistema se vinieron abajo y una masa de gente incontrolada, entre la que había milicianos del batallón UGT n.º 7 Asturias, enviados precisamente para evitar aquello, y de otras organizaciones políticas y sindicales, causó la muerte de 225 personas».

Schmidt no solo sobrevivió, sino que además fue entrevistado, por la periodista tolosarra Cecilia García de Guilarte, la única mujer corresponsal de guerra en el frente del Norte. “Rubio, entre caoba y platino. Mandíbula fuerte, cuadrada. Ojos azules, pequeños como los de un lechonchillo rosado”, describía la reportera en su reportaje al aviador. No hablaba francés ni español, salvo algo de inglés.

Tenía 21 años, era natural de Rostock, ciudad situada a orillas del Báltico y como otros muchos en Alemania era nacional-socialista y llevaba mucho tiempo sin trabajo. Un día, los dirigentes de las Juventudes Hitlerianas les ofrecieron un contrato para trabajar en España, con 300 pesetas mensuales además de la comida y la ropa.

Era oficial telegrafista, manejaba también la ametralladora y había volado sobre Madrid, hasta que órdenes superiores le trajeron al frente del Norte.

Tras su cautiverio de casi cuatro meses en que se mostró «contento con el trato que se me ha dado durante mi prisión, pues he recibido habitación y comida y no he sido maltratado» fue canjeado en un intercambio de prisioneros el 22 de abril de 1937 en San Juan de Luz. Unos días más tarde regresó a Alemania, donde parece ser que se le pierde la pista en la Segunda Guerra Mundial.

 

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