miércoles, 28 de enero de 2009

LA PRIMERA NOVELA CONOCIDA DE UN PORTUGALUJO



Adquirida en el rastro de la Plaza Nueva de Bilbao, nos presentan un ejemplar de LA CARCOMA, obra de Gumersindo Vicuña publicada en 1878 al finalizar la Guerra Carlista. Muy difícil de encontar pues su autor la escribió con el seudónimo de Andrés Cubí Mugiño.
Disponíamos de una fotocopia, pero curiosamente el ejemplar que ahora nos muestran descifra el enigma del seudónimo, que es un juego de las 17 letras que componen el nombre de Gumersindo Bicuña. En el mismo, el portugalujo que fuera su propietario escribió algunas anotaciones curiosas, como que "todo el capítulo I es de interés para conocer la vida de Portugalete en aquellos años", y describe con nombres y apellidos a algunos vecinos que estaban tras los personajes.
Como la disponemos mecanografiada, pues en su día pensabamos incluirla en la Colección El Mareómetro, se podrá incluir en la Biblioteca Digital Portugaluja, añadiendo esas anotaciones realizadas ya hace un siglo.

4 comentarios:

  1. CRÍTICA PUBLICADA EN:
    Revista Contemporánea
    Madrid, 15 de junio de 1878 año IV, número 61
    tomo XV, volumen III, páginas 375-384
    Manuel de la Revilla

    Se ha publicado en estos días una novela titulada La Carcoma, original de D. Andrés Cubí Mugiño, anagrama que oculta la persona de un distinguido catedrático de la facultad de Ciencias de esta Universidad, ya conocido del público por diferentes trabajos científicos y una amena narración del sitio de Bilbao.

    La Carcoma muestra claramente que su autor no es poeta ni literato. No es el fruto de la inspiración, sino de la reflexión; no es [382] producto de la fantasía o del sentimiento, sino de la fría inteligencia. Es una tesis moral, desenvuelta en forma novelesca; una especie de apólogo en que la moraleja es lo esencial y la narración lo secundario. El autor trata de mostrar que la envidia es la carcoma que roe el corazón de los españoles (y de la humanidad entera, podría decir), y para ello pinta una serie de personas honradas y trabajadoras, vejadas y perseguidas de todos modos por un individuo tan envidioso como holgazán. Como quiera que este miserable utiliza la anarquía producida por la guerra carlista para realizar sus torpes propósitos, no ha faltado quien diga que para el Sr. Cubí la envidia fue uno de los principales móviles de esta guerra, y así parece desprenderse, en efecto, de algunos pasajes de la novela.

    Lo negamos terminantemente. Los hechos históricos de tamaña importancia no se deben a causas tan ruines. En todo caso, la codicia, el ansia del pillaje, el amor a la vida errante y vagabunda, el anhelo del poder, la ambición personal, pudieron ser causas secundarias de la guerra, pero la envidia no. Y en realidad las causas fueron pasiones nobles, extraviadas por la perversión de las ideas. El sentimiento religioso, llevado al fanatismo, el culto supersticioso del derecho divino, la adhesión a lo que algunos creyeron legitimidad, el amor a lo pasado, el entrañable afecto a las libertades vascongadas fueron las verdaderas causas de la guerra. Pudo explotarlas, sin duda, la torpe ambición; pero ni es lícito atribuirlo todo a ésta, ni negar los puros, aunque erróneos móviles que impulsaron a los que en defensa de ideas absurdas y falsas, pero sincera y noblemente sentidas, supieron morir en el campo de batalla. Hacer justicia al vencido es obligación del vencedor; y sobre todo, de tales sucesos son más responsables las falsas ideas y las anticuadas e injustas instituciones que los promueven, que los hombres que los realizan.

    La Carcoma, discretamente pensada y por lo general bien escrita, carece, por desgracia, de poesía, de movimiento y de interés. Los personajes son figuras frías, aunque bien pintadas; las pasiones no tienen colorido ni relieve; la acción es pobre, lánguida y carece de verdaderas situaciones; hay en toda la obra una frialdad que harto revela que su autor no es poeta. Estimable por la lección moral que encierra, más merece el aplauso del político o del moralista que del crítico literario.

    JIOV

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  2. Interesante aportación la anterior. Por mi parte solamente sugerir que dado que estamos ante la primera novela publicada que se conoce de un portugalujo en el siglo XIX, creo que es motivo suficiente para que figure en la Colección El Mareómetro. En el libro Portugalete y su gente, de Juan de Pagoeta (os suena?) se dice que debería ser reeditada.
    J.R.

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  3. Por completar la curiosa reseña de la revista de 1878 donde cita la amena narración de El Sitio de Bilbao, ésta figura firmada “por un testigo ocular”, y fue posteriormente en una revista donde Gumersindo Vicuña reconoció que el autor era él.
    Igualmente referente al tema de las libertades vascongadas como causa de la guerra, en el tomo IV de Los fueros y sus defensas, de la Biblioteca Bascongada de Fermín Herrán (1897), se recogen sus discursos en la Cortes de 1876 defendiéndolos. Podría ser interesante que los portugalujos de hoy conozcan las razones de su paisano defendiendo los fueros vascos, aunque sus esfuerzos no sirvieran de nada.

    A.

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  4. quien firma como GIOV podía haber puesto este enlace y evitarse copiarlo -con notas incluidas-:
    http://www.filosofia.org/hem/dep/rco/0150375.htm

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