miércoles, 16 de mayo de 2012

MANUEL CALVO Y LA SOCIEDAD LA UNION




Carmen Careaga que nos ha facilitado la fotografía de su abuelo Placido Careaga y Gorostiza (1870- 1956) que fue sindico en 1902, teniente Alcalde y Alcalde interino en 1904 y Alcalde en 1905, y del que hablaremos en el próximo libro de El mareómetro, nos ha cedido un amplio cartel con referencia a las relaciones de la Sociedad La Unión, de la que en 1902 era presidente y Manuel Calvo.

En acuerdo de Junta de dicha sociedad de junio de 1899, se dice que “cuando el desastre colonial el Sr. Calvo se retiró a su pueblo” y siendo dueño de los locales que ocupaban deciden “darle la bienvenida y ofrecerle las pequeñas comodidades y cortas distracciones con que cuenta la Sociedad por si quiere utilizarlas”. El acuerdo se lo entregarían Mateo Retuerto y Pablo Carranza.
Sin embargo sin ninguna explicación fueron despedidos del local, cosa que creían que ya Calvo traía in mente, por lo que empezaron a hacer gestiones para trasladarse al Café de la Plaza o al piso de “los remolcadores bilbainos”. Al fracasar dichas gestiones y al llegar el plazo de desalojo, el presidente de la Sociedad Placido Careaga se trasladó a Barcelona donde vivía el indiano, pero a pesar de que tenía garantías de que le recibiría no fue así.
Este tema del desalojo con las dificultades para trasladarse a otro local fue llevado a juicio.
Al llegar Calvo a Portugalete en 1902 y no verle por el pueblo se corrió que era porque tenía miedo a “algún acto de hostilidad de los socios” por lo que Careaga se apresuró a escribirle protestando de “tan insidiosa explicación” y razonándole que la resistencia a abandonar los locales “era hija de la necesidad y del buen deseo de conservar este centro de unión y amistad entre los vecinos, a los que atribuimos la paz y armonía que reina desde hace años en el pueblo y el haber extirpado esa lucha de bandos que un día atormentó a Portugalete”. Pero como ya disponían de local dejaban a su disposición su casa.
Esta carta debió suavizar la relación, pues al día siguiente 15 de junio, Manuel Calvo les contesta en otra carta disculpándose de haberles “estorbado” sin quererlo y les ofrece que sigan reuniéndose “en el mismo local mejorado” para “continuar sus intimidades que respeto y aplaudo” considerando que el local que hace de “alma del pueblo y de Vds. casi su vida”, se hizo “para que el pueblo lo gozase y lo ofreciera a los forasteros”
Suavizadas ya las relaciones y cuando el Juzgado ya les había dado la razón a La Unión y habían encontrado local, el día 18 nuevamente otra carta de Calvo reconociendo que el nuevo local donde pensaban trasladarse lo ocupaba “una señora que conozco y que lloraba” al tener que mudarse aunque fuera con indemnización, cede pues reconoce que “no puedo sacrificar mi dignidad, que me afano en conservar y no voy a destruir, ya al borde de la tumba”.

Completaremos esta información en el próximo libro de El mareómetro, en la que Manuel Calvo se convierte en socio de número de la Sociedad, y en la que se repite en varias ocasiones que el local es para todos, “para solaz y provecho que le de el pueblo y para bien recibir a los visitantes”.

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