lunes, 13 de febrero de 2023

LOS RECUERDOS DE LOS VIEJOS ESCLAVOS DE MANUEL CALVO EN CUBA.

 


 Hace un año en una entrada con este mismo título dimos la noticia de la aparición en Cuba de una obra del investigador de San José de las Lajas, Félix Horta García, que hoy tras un viaje de nuestro colaborador Txomin Hermosilla tenemos en nuestras manos con su dedicatoria.

Al margen de que volvamos sobre su contenido, que aporta algunas nuevas noticias sobre la estancia de nuestro indiano Manuel Calvo en Cuba, hoy anticipamos algunas noticias sobre sus esclavos.

El libro se adentraba en la historia del antiguo cafetal, luego convertido en ingenio azucarero, ambos con el nombre del querido pueblo de su fundador, PORTUGALETE, donde sus primeros pobladores fueron negros que tras ser arrancados de su tierra natal eran vendidos, rebautizados todos con el apellido Calvo y a punta de látigo les fue impuesta una identidad ilusoria que resultó en el fenómeno de la transculturización.

El autor recurrió no solo a los archivos locales, sino sobre todo dando voz a la palabra acallada de sus nietos, los descendientes aun vivos de los esclavos, todos con el apellido Calvo.

Por los registros de su iglesia parroquial vemos que en el apogeo del contrabando negrero, los últimos esclavos introducidos en el cafetal PORTUGALETE ascendieron a 112 entre el 15 de febrero y el 27 de marzo de 1863.

Pertenecían a los grupos étnicos: Lucumí, (46%) congo (39%), macúa, carabalí jausa, arará, y mandinga. 64 eran varones y 48 hembras. Desde los primeros tiempos se produjo una diversidad étnica, patrón establecido en las plantaciones para fomentar y mantener la desunión por las distintas lenguas y leyendas

En la memoria de la población solo quedó el recuento de los conga porque eran la nota alegre que impusieron con sus tambores la música africana. África fue tomada por los portugueses, mi abuelo Leopoldo y Manuela Calvo eran esclavos congo portugués o engunga, recuerda uno de ellos.

En los precios en el mercado de esclavos llama la atención la alta valoración de los miembros de la etnia, conga. A nosotros de jóvenes también nos llegó el dicho, ante el alto coste de una cosa, de “vale un congo”.

Un anciano al que entrevistó, José Inés Calvo, a partir de los relatos de su abuela, le contó una de las tretas del amo en el tráfico ilegal a través de la Compañía de Navegación Trasatlántica.

Este utilizaba a los esclavos de confianza, los que enviaba en veleros a las costas de África, para que con los toques de tambores, atrajeran a los nativos a una fiesta en la cubierta del barco, donde eran embriagados con aguardiente. A la mañana siguiente estos despertaban estupefactos, prisioneros encadenados ya de camino a Cuba. “Congo musabulé, a la isla va el congo musambulé”.

El autor nos dice que aunque parezca novelado este relato hay que recordar que ya la escasez de fuerza de trabajo conllevó a la importación de canarios, al principio a través de Manuel Calvo, quien en 1889 participó por vía  marítima en el suministro de braceros españoles para la industria azucarera.

También recoge que al margen de los relatos de crueldades que se dieron por parte de los blancos, el portugalujo dejó una estela de bondad y compasión.

Algunas de las versiones recogidas entre los descendientes:
Manuelito era bueno con los ecrabos… no le gustaba castigar a nadie… cuando estos se escapaban a las fiestas de otras fincas cercanas, les decía a las autoridades que no les dieran golpes y los llevaran al ingenio.

Algunas fugas que se dieron en el Portugalete se solucionaban en caso de reincidencia con la venta del esclavo al ingenio Unión-Fernández con mayores correctivos y controles

Fieles a sus concepciones defendían al amo, el cual en su estancia en el ingenio era caritativo, mientras condenaban al mayoral, para ellos el exponente del rigor del trabajo y sus vicisitudes.

Un anciano desvalido, Ta Pelayo, se irritaba con una mujer burlona que gritaba, Manuel Calvo murió por malo…

El se arrodillaba, con los ojos fijos en el cielo, para maldecirla:

Y uté tambié va a morí, con su cara colorá que parece un guanajo.

De todas maneras una realidad que puede confirmar el trato más humano que los esclavos recibían la encontramos en este párrafo de la historia de aquella zona cubana:

La abolición de la esclavitud produjo una marcada carencia de brazos en las plantaciones azucareras debido al éxodo de los trabajadores hacia las zonas urbanas, sin embargo esta causa no afectó al central PORTUGALETE, en el cual a pesar de ser libres y poder hacer lo que les parezca, cuantos viven en la finca y antes fueron esclavos, siguen allí casi en su totalidad.

 


 

 

1 comentario:

  1. afortunadamente, hemos abolido la esclavitud. O eso me dice amatxu

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