miércoles, 20 de junio de 2018

PRIMERA GUERRA CARLISTA EN PORTUGALETE (2): EL PRIMER SITIO DE BILBAO


  

Tras el combate con las tropas carlistas de Castor Andechaga, la Villa vivió bajo el mando militar que intervenía ordenando además del alojamiento y suministro de alimentos a sus tropas como en cosas tan simbólicas como el cambio del nombre de la Plaza del Solar.

Esta exhibía en la fachada del ayuntamiento desde 1828, tras la visita de Fernando VII a Bilbao, aunque no se acercó aquí, una placa que decía, Por el Rey su señor, la villa de Portugalete, que el Comandante Militar José de los Toyos, mandó al alcalde cambiarla y como este no le hiciera caso él mismo mandó esculpir una con el nombre de Plaza de Isabel II, que con amplio aparato militar descubrió el 24 de junio de 1834 cumpleaños de la Reina.

En el verano de 1835, tuvo lugar el primer sitio de Bilbao por parte de las tropas carlistas cuyo recuerdo ha llegado a nuestros días como El sitio de Bilbao por antonomasia donde murió el famoso general carlista Zumalacarregui. En esta acción tuvo una importancia fundamental la presencia de los buques de las marinas españolas y británicas que fondeados en nuestro puerto, no solo mantuvieron abierta la bocana de la ría permitiendo así el avituallamiento de Bilbao sino que cooperaron activamente en la defensa.


Dos de los buques de la Legión Auxiliar Británica, el Saracen y Ringdove, participaron en junio, mientras lo permitió Zumalacarregui, en evacuar a los británicos que quisieran salir de Bilbao, hasta que se cerró la ría por Olaveaga con barcos hundidos y cadenas. Espartero fue concentrando tropas en Portugalete, llegando el día 17 de junio diversos barcos conduciendo al batallón San Francisco y al provincial de Jaen.

El día 30 hubo una reunión en la Villa, cuya importancia ha pasado a la historia de esta contienda, en la que los mariscales de campo Manuel Latre y Baldomero Espartero junto con numerosos Generales y Jefes del ejército del Norte, aparcaron sus diferencias y acordaron una estrategia común para liberar Bilbao. La liberación de Bilbao, se conseguiría al día siguiente el 1 de julio.

Tras esta acción la Villa se convierte en un punto estratégico donde se concentran numerosas tropas del ejército y que requerirá la realización de diversas obras de defensa. Así dos meses después los legionarios ingleses de Sir George De Lacy Evans, tras su actuación en Hernani vienen a la Villa al igual que el 2º batallón en el acorazado Guadiana, y 850 escoceses en el Reina Gobernadora que los traslada desde Santander. Además de Evans y su estado mayor, llegan el capitán Campbell con unos 400 infantes y 14 oficiales procedentes de Cork, en el Fingal y el Earl of Roden, así como un vapor del gobierno francés, con lo que se concentraron aquí “unas cuantas miles de bayonetas”.

Una de las presencias a señalar, fue la del Brigadier-General Shaw, aún coronel, que sería uno de los historiadores de la Legión Auxiliar Británica, que tras desembarcar con sus fuerzas en Santander recibe la orden de trasladar todos sus hombres a Portugalete. Como el tiempo es malo y no pueden cruzar la barra de Portugalete deciden tocar en Castro Urdiales para adquirir provisiones y cuando al fin logran desembarcar en su punto de destino, aquí le ordenan que envíe parte de sus tropas a Castro, quedándose en la Villa con el 8º regimiento mandado por Godfrey, y el 9th Irish, además de dos compañías a las ordenes del mayor Abthorpe, situadas en Las Arenas en la Casa del Consulado.

Mientras Shaw fue Comandante de las fuerzas de Portugalete, la organización de la artillería estaba en manos de un veterano de la guerra de la Independencia, el Mayor Bouchier y al no poder éste tomar el mando, fue el Capitán Colquhoun, uno de 105 artilleros más prestigiosos del Reino Unido, el que se hizo cargo de este Arma.

Un informe de nuestros munícipes fechado en 1837, nos recuerda que además de las notables dificultades logísticas para alojar a tanta tropa, se añadió la extremada dureza del invierno y precisamente, por esta razón los soldados habían arrancado los sarmientos de las viñas, que constituían la mayor riqueza de la Villa, y en los edificios que ocupaban desquiciaban puertas, ventanas, postes y demás materiales para tener leña con que encender fogatas. La inmensa brigada de acémilas y otras caballerías del ejército, no hallando abrigo en el mismo pueblo, vivaquearon en las huertas a las que les habían derribado sus tapias, setos y jaros para que tuvieran franca entrada segando los trigos y los pastos de yerbas dejando las tierras devastadas para muchos años.

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