jueves, 22 de octubre de 2020

TASIO MUNARRIZ (1942-2020). EL HISTORIADOR DE NUESTRO PASADO RECIENTE.

 


Tras la inesperada noticia de la marcha de nuestro amigo y colaborador, a quien el lunes despediremos en la Basílica de Portugalete, la que fue su “parroquia revolucionaria”, y que quedará para siempre como el historiador de nuestra historia más reciente, con sus cuatro libros publicados, y su interminable número de colaboraciones en este blog, como se puede comprobar en el buscador poniendo TASIO, recogemos a continuación las reflexiones de tres de sus compañeros de investigaciones en el Archivo Municipal: 

Roberto Hernández Gallejones.

Qué decir de la infausta noticia del fallecimiento de un amigo como Tasio Munarriz. Tasio, además de ser uno de los investigadores más asiduos de los archivos municipales, del Histórico y del Administrativo, era y será siempre para mí fundamentalmente un excelente amigo y colaborador, de los leales, hombre cabal y fiel cumplidor de la palabra dada. Quiero destacar la gran capacidad de trabajo que poseía, su titánico tesón, ya que no cejaba en su empeño por recoger y exponer de forma fidedigna y rigurosa cualquier dato por pequeño que fuese. Y ahí quedan sus libros, como fiel exponente de una óptima labor. Era minucioso hasta extremos insospechados, por eso pienso, que haciendo abstracción de los partidismos y sectarismos de algunos, diré que en el ánimo de Tasio se hallaba un gran deseo de ecuanimidad. Y a la vez fue un valiente, que dejando prejuicios aparte logró publicar obras históricas acerca de períodos históricos convulsos y todavía controvertidos, con lo que todo esto supone.
Su recuerdo y su legado permanecerán para siempre en las mentes y en los corazones de los que le conocimos. Fue Tasio un auténtico y disciplinado militante y estudioso de nuestro rico pasado, que con voluntad, inteligencia y audacia desbrozó nuevos senderos para la Historia de Portugalete.
Vayan para él mi admiración, mi respeto y mi afecto.
Agur t’erdi adiskide.

 

José Luis Garaizabal Flaño.

Agur, TASIO.

Todavía sobrecogido por la inesperada noticia de tu fallecimiento, me anima el amigo Rubén para que escriba unas líneas sobre tu faceta de investigador. Vamos a ello.
Te conocí a finales de los años sesenta, recién llegado tú a Portugalete, en aquellas noches que solía acudir a cenar, invitado por Don Pablo, a la “casa de los curas” después del fallecimiento de mi aita. La buena de Puri siempre estaba dispuesta a hacer una tortillita francesa más y antes de volver a casa me pasabas algún Paris Match que te devolvía en la siguiente visita.
Después, durante la mili en Canarias seguí manteniendo la relación con aquel buen hombre que era Don Pablo. Vuestra pelea con los estamentos del Régimen le pasó factura y estuvo retirado en Gran Canaria. Hablábamos mucho de vosotros durante nuestras comidas en Stella Maris de Las Palmas.
Al cabo de los años, y una vez que abandonaste el sacerdocio, coincidimos tú como profesor y yo como aita de unos de tus alumnos de ética en el Instituto Barandiarán de Leioa. Nuestro trato fue breve y cordial.
Después te perdí la pista hasta que volvimos a coincidir compartiendo mesa y estrecheces en el Archivo Histórico. Yo investigaba mi calle, Maestro Zubeldia, y tú escudriñabas cajas con los expedientes de la época republicana. De vez en cuando, nos sorprendías con algún “papel” curioso en el que se acusaba a zutano o a mengana con alguna coletilla de desafecto a un bando u otro.
Si no era martes o jueves, te encontraba, a veces, en el Archivo Administrativo revisando Libros de Actas, Programas de Fiestas, el Libro de Difuntos, padrones y más padrones en busca de los apellidos o dirección de algún condenado, gudari, falangista, etc. Eras incansable.
A la una, acabábamos en el Txiki, “la oficina” donde seguíamos charlando sobre los hallazgos del día y me solías pasar todo lo que habías encontrado sobre mi familia o una fotocopia de cualquier documento interesante para mis investigaciones.
Alguna vez, sobre todo cuando respirabas gracias al aparato, te llevé en el coche hasta Santa María de Getxo para que no “corrieras” a coger el puente y luego el autobús. Durante el viaje seguíamos charlando de “nuestra cosas” y contándonos batallitas de nuestra afición a la huerta.
Cuando tus investigaciones vieron la luz en el “tocho” sobre la República, en el que colaboré cuanto pude, tuve que corregirte varias erratas sobre todo en los apéndices que amablemente prometiste corregir en el siguiente libro, cosa que cumpliste y agradecí.
Siempre te dije que escribir sobre temas pasados que pudiesen afectar a sus descendientes te granjearía enemistades. Así fue, pero siempre decías que la historia es para contarla.
Después, hemos seguido colaborando en los trabajos del otro, el último sobre el pórtico de Santa María, y solo puedo estar agradecido de tus fondos y memoria, aunque tuvieses el “pecado” de no archivar y citar los documentos con su signatura, requisito que desde el primer día que pisamos el archivo nos recomendó el amigo Roberto. No somos perfectos y como has solido decir en la presentación de tus libros, éstos no eran una tesis doctoral que hubiese ocupado el doble de páginas (con el doble de coste para tu bolsillo) si hubieses citado todas las notas de texto y sí el relato extractado y ordenado de miles de documentos.
Cuando Roberto me dijo, hace unos días, que ya no pasarías por el Archivo, no me lo creí. Me dije, este estará de bajón, así que habrá que levantarle el ánimo con una visita.
No he tenido tiempo para ello.
Te echaremos mucho de menos. 

José Manuel López Díez

Cuando le conocí, allá por 2009, a Tasio no le gustaba que se refiriesen a él como “el cura”. Nunca hablamos de ello, pero quizá el sacerdocio le había marcado más de lo que estaba dispuesto a reconocer. Otra cuestión es cuánto quedaba en él de los curas que se sumaron a la lucha popular contra el franquismo, y cuánto de los que le adoctrinaron en su juventud. Lo que sí tengo claro es que carecía de algo habitual en su antiguo gremio: la hipocresía, tan socorrida en ocasiones tristes como las que motivan estas líneas (no hay que ir muy lejos para comprobarlo).
Esa carencia facilitó que nos hiciésemos amigos. Pero lo que más ayudó, claro está, fue nuestra afición por la investigación histórica. Ambas circunstancias permitían que intercambiásemos conocimientos y discutiésemos abiertamente nuestros puntos de vista, sin que jamás pasáramos de algún insignificante “mosqueo”, generado por el tipo de colaboración que Tasio requería a veces en tareas tan ingentes y espinosas como las que se impuso.
Nuestras opiniones divergían sobre todo en ciertos conceptos y enfoques de la segunda República, la guerra civil y el franquismo. Pese a ello, los cuatro libros que ha dejado sobre dichas épocas son la base bibliográfica de toda investigación actual sobre la memoria histórica en Portugalete. Esto es algo objetivo, digan lo que digan quienes cuestionan su método y sus ideas. Tasio no fue el primero que tocó esos temas en la Villa, pero sí el que más profundizó en ellos. Y lo hizo por su cuenta y riesgo. A él no le faltaban preparación y recursos para afrontar la tarea, pero otros tenían más y ni siquiera lo intentaron.
Todos los que conocemos y valoramos el ímprobo esfuerzo personal que suponen sus trabajos los hemos defendido muchas veces ante críticas más o menos justificadas. Yo seguiré haciéndolo, porque no concibo mejor forma de corresponder a la valía y generosidad ―como amigo e investigador― de Tasio.
Ya no nos veremos más, pero seguirás entre nosotros.

 

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