
Como
anunciamos la semana pasada, el próximo jueves día 3 de abril, a las 6 de la tarde, J. Robertson
presenta en el Centro Cultural Santa Clara su libro con este título, en torno a
la figura de su bisabuelo John Mary Robertson Campbell.
La historia que
presenta, bien puede ser la historia de otras muchas familias portugalujas
cuyos antepasados se dedicaron a las labores en la ría, sobre todo de atoaje y
lemanaje en su peligrosa barra. Historia que tiene por escenario los años que
van, en este caso, desde su llegada en 1855 hasta el año 1895 en que falleció
en su residencia de los Diques Secos de Olaveaga, y enterrado en nuestro cementerio
de Pando.
El
autor es hijo de capitán de la Marina Mercante, su abuelo paterno, también
marino, en este caso maquinista naval, su bisabuelo paterno-paterno, marino (el
escocés), también maquinista naval, su abuelo paterno-materno, dedicado al
atoaje y lemanaje, al igual que su padre, y dos de sus hijos marinos mercantes,
su bisabuelo paterno-materno, dedicado al atoaje y lemanaje, al igual que tres
de sus hijos, siendo uno de ellos práctico lemán, varios de los hermanos de su
abuelo paterno-paterno, maquinistas navales, varios de sus tíos y primos,
marinos mercantes…
El
escocés protagonista de esta historia vino en calidad de Ingeniero Mecánico en
prácticas a Portugalete para atizar la máquina del vapor-remolcador Bilbao, y
para tan sólo seis meses, al hacerlo en prácticas. Por entonces, la tecnología
del vapor era desconocida en estos lares (a modo de ejemplo, el maquinista del Ibaizábal,
o Manuzar era francés) y, al haberse marchado el primer maquinista que vino en
enero de 1855 con el vapor-remolcador Bilbao, un tal William Jack, el capitán,
Andrés María de Cortina y Arteaga, viejo lobo de mar, no quiso que le volviera
a ocurrir lo mismo: quedarse sin un maquinista que pudiera atizar la máquina,
por lo que hizo lo imposible para que John Mary Robertson Campbell no se le
escapara. Al ser éste un joven de 22 años, soltero…
De
esta época narrada de una manera novelada por los protagonistas, el escocés John
Mary Robertson Campbell y su esposa la portugaluja Pía Juana Leona García Sáenz
de Samaniego, se nos da una visión de cómo era el Portugalete de entonces y su
entorno.
Todo
ello en casi mil páginas con 8 capítulos, con muchísima información. Así el
cuarto capítulo trata de varias acciones del vapor-remolcador Bilbao (atoaje,
limpieza de la barra, auxilio de buques, problemas con los atoadores y
lemanes…), de la vida en Portugalete, ambiente, fiestas, personas, hasta llegar
al fallecimiento del escocés y su curioso viaje dentro del ataúd desde los
Diques Secos de Bilbao a la Villa en el remolcador El Siglo por gentileza
del gobernador civil de Vizcaya
En
fin, que no dudamos del interés no solo para la gente portugaluja, dado que
como nos dice “también los Concejos de San Román de Ciérvana (Zierbena), San
Jorge de Santurce (Santurtzi), y la Anteiglesia de Santa María de Guecho (en
especial Algorta) estan reflejados con su demografía, su forma de vida, cómo
eran por aquellos tiempos, los nombres de muchos de sus atoadores y lemanes,
varias de sus importantes acciones a la hora del salvamento de náufragos en los
muchos accidentes que se produjeron en el entorno, sus reacciones ante la
llegada del vapor-remolcador, el fin de su vida marinera por causas del
progreso y, en especial, por un hecho que se considera de gran relevancia, y
que el lector, en una reposada y meditada lectura sabrá entender”.