martes, 15 de mayo de 2012

LA SOCIEDAD RECREATIVA LA UNION, CREADA EN 1876



 Revisando los documentos y fotografías facilitadas por Carmen Careaga, pertenecientes a su archivo familiar encontramos las diferencias que se produjeron entre Manuel Calvo al regreso de Cuba y la Sociedad Recreativa la Unión, presidida entonces por Placido Careaga, pues esta sociedad tenía su sede en el edificio portugalujo del indiano que aparece en la foto de 1886.
Antes de relatar estos incidentes hemos pedido a Roberto Hernández Gallejones información de la citada Sociedad cuya evidente referencia eran las sociedades decimonónicas inglesas.
La UNION tuvo desde su fundación en 1876 su sede en el Hotel de Manuel Calvo con un Salón General independiente de las habitaciones que ocupaba el arrendatario del mismo y su familia y en cuanto alcanzó cierto auge tiró diversos tabiques para disponer de un salón, al principio dedicado a juegos y luego a biblioteca.
Para darnos una idea del tipo de sus socios, diremos que la comisión fundadora de la Sociedad estaba presidida por Tomás José de Epalza, el banquero que años antes construyera su mansión en el Muelle Nuevo con capilla dedicada a Santo Tomás y entre los treinta socios fundadores estaban también Mateo Retuerto, Modesto Borreguero, Siro Escalante, Julian Lejarreta, …
La admisión de socios se hacía por votación, con bolas blancas y negras, requiriendo mayoría absoluta.
Según el art, 1º del reglamento aprobado en 1881, su objeto era el recreo y la instrucción de sus socios siendo completamente ajena a todo fin político.
Como hemos señalado tenía un salón para bailes, conciertos y conferencias, se servían bebidas y se permitían juegos, exceptuados los del “azar y envite”, jugándose al mus, tute, tresillo, malilla, solo, tres sietes, brisca, dominó, damas, ajedrez, treinta y una, cuarenta y una, veintiuna, morito, chapó, carambolas, billar y guerra, estando fijado el máximo que se podía jugar en cada uno.
Tenía un bibliotecario con carácter permanente, y estaba suscrita a diversos periódicos, “teniendo especial cuidado de que los haya de todas las opiniones” y “adquirir las obras literarias de más méritos”. Los periódicos políticos después de leídos se guardaban encuadernados.

En fin, que durante décadas constituyó el verdadero Casino de Portugalete

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