martes, 21 de marzo de 2017

LOS MUNICIPALES COMO ESPÍAS AL FINAL DE LA DICTADURA (4): GRABACIÓN DE LAS HOMILÍAS



Durante varios domingos algunos feligreses y los sacerdotes habían observado cómo varios agentes de la Policía Municipal, vestidos de paisano, escondían un magnetofón (Philips-cassette) debajo del abrigo o gabardina sujeto al cinto del pantalón y asomaban un micrófono por la manga en dirección a un altavoz para grabar las homilías. El lugar era detrás de las últimas columnas. Después de las misas, se dirigían al Ayuntamiento, mirando para atrás a ver si alguien les seguía.
El domingo 11 de marzo de 1973 en la misa de 9 de la mañana, hacia la mitad de la homilía pronunciada por Angel Garamendi, José Goñi advirtió que un señor estaba grabando. Lo invitó a pasar a la sacristía, pero él no hizo caso. Resultó ser el agente municipal Juan Vidal Lamiña, domiciliado en Baracaldo. Invitado a marcharse, lo hizo. Poco después el mismo sacerdote observó que otro agente estaba grabando en el otro extremo de la basílica y lo invitó a pasar a la sacristía, a lo que accedió. Resultó ser Antonio Tabares Rodríguez, domiciliado en Santurtzi.
Terminada la misa, al Sr. Tabares se le pidió que borrase la cinta ya que su contenido pertenecía a la Iglesia y su uso fuera del templo podía ser ilegal y la responsabilidad no era de los sacerdotes. Contestó que había recibido órdenes de sus superiores y que no borraba la cinta hasta que ellos se lo mandaran. Reconoció que los mandaban a ellos todos los domingos porque no eran vecinos de Portugalete y pasaban más desapercibidos.
Mientras tanto, el sacristán Manolo Fernández y el médico D. Angel Alday bajaron al Ayuntamiento para hablar con el jefe de la Policía Municipal Sr. Armendáriz. Este les dijo que el Sr. Tabares estaba cumpliendo sus órdenes.
Los curas llamaron al obispo para consultarle sobre la posibilidad de hacer algo. El obispo contestó que no había impedimento canónico ni legal para grabar en magnetofón en el templo, que por las buenas le pidieran al agente municipal borrar la cinta, que, si no aceptaba, firmase un escrito en el que manifestase las condiciones en las que se llevaba la cinta grabada y, si no aceptaba, que unos testigos lo declarasen por escrito. El agente no accedió a nada.
Subió del Ayuntamiento el agente Juan Vidal Lamiña diciendo que el Sr. Tabares bajase inmediatamente. Los sacerdotes insistieron en que se podía ir, pero que no estaba claro si tenía que borrar la cinta o no. Vidal llamó al Ayuntamiento comunicando la situación. Le contestaron que esperase.
Angel Garamendi y Angel Alday fueron a casa de D. Casimiro Ramón, alcalde en funciones, para notificarle la situación y razonar el problema de la cinta. Como no estaba en casa, desde allí le llamaron al Ayuntamiento y les respondió que inmediatamente iba a dar órdenes a los agentes que estaban en la sacristía.
Después de media hora de espera, nadie llamó. Desde el Ayuntamiento llamaron muy nerviosos y sin identificarse: “Subo ahora mismo, que esperen”, “Como no suelten e los agentes, aténganse a las consecuencias”. Por el timbre de voz, debía ser el Sr. Lindosa, Se le contestó que los agentes no estaban retenidos y todos esperaban lo que dijese el alcalde, como había prometido.
A las 11, 30 llamó José Manuel Esparza, alcalde real, diciendo que saliesen los agentes con la cinta. Los curas le advirtieron la posibilidad de suprimir el resto de las misas del domingo notificando al pueblo la situación creada y quiénes eran los responsables. Respondió Esparza que los agentes estaban bajo sus órdenes y que en todos los sitios de España estaba permitido grabar con magnetofón.
Salieron los agentes y los sacerotes dudaron si celebrar las misas siguientes o no. De momento la celebraron y llamaron al obispo para consultarle. Al no encontrarlo, hablaron con el vicario de pastoral José Angel Ubieta, que les recomendó celebrarla exponiendo al pueblo fiel lo que había pasado.
Tabares y Vidal dejaron escrito para el jefe de la Policía Municipal que grabaron la homilía para oírla en su domicilio con su familia y que no habían recibido la orden de grabar.
El 12 de marzo, lunes, los curas estuvieron con el obispo y se comprometieron a hacer un informe para que él hiciese el uso oportuno.
Lindosa escribió al alcalde para informarle de que los agentes deseaban denunciar los hechos en el Juzgado de Instrucción de Guardia. También le decía  que esperaba sus órdenes para instruir diligencias contra los sacerdotes por el delito de secuestro y coacción, aconsejado por el secretario municipal.
Hasta 1975, cuando murió José Manuel Esparza y desaparecieron Lindosa y Villán Castañeda, los curas en todas las misas venían a decir que la comunidad la componían todos los presentes menos los policías municipales que iban como chivatos a grabar las homilías para denunciarles. En el Archivo Municipal hay 89 copias mecanografiadas de las grabaciones. El encargado de transcribirlas a mano era en muchos casos José María Miravalles Uriabarrena, secretario general del Consejo Local del Movimiento. La mayoría de las copias las firmó Manuel Fernández Castro como jefe accidental. El alcalde le enviaba semanalmente al gobernador la copia correspondiente. A pesar de tanto trabajo por parte del municipio, los curas no consiguieron convertir a ninguno.


Postdata: El diario Gara de 31 de mayo de 2008, 36 años después, decía con respecto a la parroquia Santa Maria de Portugalete: “En 1972, guardias municipales llegaron a acudir con intención de grabar la homilía pistola en mano, lo que generó un gran revuelo entre los feligreses”. No señalaba en qué fecha, quién les vio, quiénes eran esos guardias, dónde estaban para las grabaciones, qué pintaban con “pistola en mano” y en qué consistió el revuelo entre los feligreses. 


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