martes, 14 de noviembre de 2017

EL TRIFORIO DE LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA



El triforio, palabra proveniente del latín medieval triforium, (tri, tres y foris vano, hueco, puerta) es un elemento arquitectónico decorativo a base de series de ventanas, que se sitúa rodeando las naves centrales, justo encima de las arcadas que dan a las naves laterales en las grandes iglesias.
En el caso de Santa María de Portugalete las ventanas del elegante triforio aparecen en grupos de 8, justo encima de cada arco y rodean toda la nave, aunque por delante, en el ábside, se ocultan tras el retablo y en la parte posterior finalizan al llegar al órgano, a la pared del fondo, que es ciega. Las ventanas de este adorno arquitectónico son gráciles y bellas y están trabajadas con meticulosidad, ofreciendo a la vista un conjunto muy armonioso. Están compuestas por un vano superior de refinado arco conopial y rematan el antepecho con figuras de cuadrifolio. El conjunto es primoroso y dota a la iglesia de enorme vistosidad, aunque bien es cierto que su construcción ha impedido que el tamaño del claristorio, los vanos que forman las ventanas de la iglesia, sean más grandes y por ello, en líneas generales, se puede decir que la iglesia adolece de cierta falta de luminosidad.
Al triforio se accede por una puerta situada en la cabecera de la nave de la epístola, muy cerca de la sacristía y luego se trepa por una empinada escalera de caracol por la que no caben dos personas a la vez.
Esta escalera, además de dar servicio al triforio, es el único acceso para subir a las bóvedas. A las de las naves laterales se entra por las puertas presentes en los estrechos pasillos del triforio y para llegar a las altas bóvedas de la nave central hay que seguir subiendo hasta el final de la escalera y se accede allí a un sobrecogedor espacio donde un complejo monumental de vigas de madera sustenta los tejados. Esta escalera discurre por una frágil construcción exterior al templo que ha dado siempre pie a especulaciones. En algunas publicaciones se la relaciona con la primitiva torre de la iglesia, anterior a la actual, de la que apenas hay noticias y de la que se conoce el dato de que disponía de un reloj, pero parece poco razonable colocar allí un reloj, orientado de espaldas a la población y donde nadie podría verlo. Además, el reloj necesitaría de unas pesas que deben transcurrir por un espacio diáfano que esta estrecha escalera no tiene. Cita Pagoeta en su documentado libro: Portugalete y su Basílica de Sta. María, que en el año 1591, sesenta y nueve carpinteros estuvieron trabajando en “la casa del reloj y las campanas”…  Basta una ojeada para darse cuenta de que en este estrecho espacio no cabe imaginar una “casa para el reloj y las campanas” y es difícil que puedan trabajar más de media docena de operarios a la vez.
Lo cierto es que la escalera del triforio y de acceso a las bóvedas, al estar situada en el exterior del templo, cobra una especial relevancia y su altiva imagen da pie a cálculos, aunque una vez bien conocida, quede todo clarificado.

Javier López Isla


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