viernes, 9 de agosto de 2013

EL RACIONAMIENTO EN LA POSGUERRA: EL TABACO Y EL ESTRAPERLO



Finalizamos el articulo de Tasio Munárriz sobre el racionamiento, que habla del tabaco y del estraperlo, empezando antes con una noticia curiosa acaecida en 1945:

En 1945 llegó a la villa un cupo de 5.000 kg. de garbanzos procedente de Segovia. La distribución se hizo, según la orden del gobernador, que era el jefe provincial de Abastecimientos y Transportes, “entre funcionarios municipales, Autoridades y Jerarquías y Entidades Benéficas” a cambio del cupón Nº 3 correspondiente a legumbres cualquiera que sea la cantidad recibida. Por un cupón cada uno de los trece concejales, de dos sacerdotes, de la Guardia Civil, de los colegios de Santa María y del Carmen, de los PP. Agustinos, de las Siervas de María, de los 81 funcionarios municipales y de 18 maestros recibió cantidades diferentes. Hubo tres concejales y dos funcionarios que llevaron a sus casas 100 kg. cada uno. Al Hospital-Asilo le asignaron 600 y al comedor de los pobres 250.
No resulta extraño que el pueblo remedase con sorna una canción popular:

“Tres cosas hay en la vida: arroz, chorizo y garbanzos.
El que tenga estas tres cosas tiene familia en Abastos”

 Además de la cartilla de racionamiento de comestibles había otra cartilla para el tabaco. Los mayores de 18 años podían adquirir la “cartilla de fumador” con sus correspondientes cupones. Como los certificados de defunción tardaban en llegar a los estancos, fumaban hasta los difuntos. Algunos que no fumaban, compraban un cuarterón o tres capachas (tabaco de liar con palos que rompían el papel de fumar) o varios paquetes de “caldo de gallina” y los cambiaba por una hogaza de pan de estraperlo (mercado negro).
El estraperlo, aunque ilegal, estaba tolerado y era una salida a la crisis de alimentación de la época.
La hija de una tendera de Portugalete me cuenta que su madre iba a Dima a comprar alimentos propios del campo con el consentimiento de un teniente, que se llevaba la mitad de la mercancía. El estraperlo ayudó a muchas personas y enriqueció a otras. Los que vivieron aquella época podrían contar cómo el hambre agudizaba el ingenio y con sus anécdotas se podrían escribir muchos libros. Eran los “años del hambre”.
Los obreros y empleados de AHV tenían su cooperativa en Gregorio Uzquiano 5 y contaba con 335 asociados. Los alimentos también estaban racionados. Años después se trasladó a Correos 2.

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