miércoles, 4 de mayo de 2022

RECOGIDO DE LA PRENSA: EL HOTEL QUE DIO DE COMER A LOS POBRES EN PORTUGALETE

 


ANA VEGA PÉREZ DE ARLUCEA en sus HISTORIAS DE TRIPASAIS del CORREO de 29/9/2020 

El 11 de mayo de 1901 un anciano de 84 años redactó en Barcelona sus últimas voluntades. Entre nombramientos de albaceas, legados a familiares políticos, sobrinos, ahijados o fieles criados y demás disposiciones legales no olvidó incluir como beneficiario de parte de su fortuna a su pueblo natal. Rico, viudo y sin hijos, Manuel Calvo y Aguirre quiso que Portugalete –donde había nacido en 1816– heredara a su muerte la casa que tenía en la villa jarrillera y otra en La Habana Vieja, lugar en el que había residido más de seis décadas y llegado a ser uno de los españoles más acaudalados de la isla.

Don Manuel ordenó en la tercera cláusula de su testamento que Portugalete recibiera «la casa Hotel valorada en 400.000 pesetas y la propiedad de la ubicada en la calle Aguiar nº 96 (La Habana) al fallecimiento de su usufructuaria». En la primera de esas residencias se encuentra actualmente el Gran Hotel Puente Colgante, heredero desde 2002 del palacete que el señor Calvo y Aguirre mandó construir en 1869 en el Muelle Nuevo, junto a la ría. El inmueble original se quemó en 1993 pero el solar ocupado sigue siendo el mismo, igual que la misión de la finca sigue siendo también la misma con la que se edificó: «para que el pueblo contase con un grande hotel con sus anexos café y restaurante, atraedor de forasteros en beneficio de los intereses generales del pueblo». Así lo especificó el indiano en su testamento, añadiendo que los beneficios obtenidos por el hotel se utilizarían para pagar las «raciones de olla y pan que hay en el pueblo la caritativa costumbre de repartir a diario entre los menesterosos y, cuando esos productos excedan de diez mil pesetas anuales para la villa, la mitad de ese exceso se dedicará al mismo objeto de raciones y la otra mitad a ayudas de culto o reparaciones de la parroquia».

El establecimiento se arrendaría a hosteleros de garantía que mantendrían las instalaciones en el mejor estado posible, sin dedicarlas nada más que a hospedaje, café, restaurante u otros servicios públicos. «Con esto se cumplirán mis ideas de que la casa de Calvo sea un hotel y se llame en el pueblo La Casa de los Pobres», decidió don Manuel. Tenía entonces 84 años y creía que su muerte estaba cerca. No contó con que el tiempo le daría la oportunidad de ver sus deseos hechos realidad. Vivió tres años más, así que decidió poner él mismo en marcha lo que en teoría tenía que ocurrir tras su fallecimiento.

Manuel, hijo del capitán de barco Matías Calvo y de la ondarresa afincada en Portugalete María Josefa Aguirre, había salido en 1833 de su villa natal y se había hecho rico en Cuba gracias a su espíritu emprendedor. De dependiente en una ferretería pasó, gracias a sus conocimientos de náutica, a triunfar en el sector del transporte marítimo. Íntimo amigo del marqués de Comillas, participó con él tanto en la Compañía Trasatlántica Española (de la que llegó a ser vicepresidente) como en el Banco Hispano Colonial, destacando también como terrateniente y defensor de los intereses españoles en Cuba. El desastre del 98 le trajo de vuelta a Portugalete y a la casa que había construido años atrás en el muelle, dividida entre su residencia privada y la parte destinada desde 1872 a la hostelería.

La madre de Manuel, conocida en Portugalete como Maripepa, había regentado desde principios y hasta mediados del XIX una fonda en la esquina de la plaza del Solar, en una casa propiedad de los marqueses de Villarreal de Burriel. La 'Posada vieja de Calvo' fue el humilde precedente que inspiró a su hijo a destinar su palacete al turismo, alquilándolo primero a distintos gerentes y cogiendo las riendas él mismo después. El quince de enero de 1902 el Noticiero Bilbaíno avisaba a sus lectores de que el famoso indiano portugalujo iba a reformar por completo el edificio y destinaría «todos los beneficios que en el hotel se obtengan a remediar las necesidades de los Asilos y pobres de Portugalete, instalando además en él un salón comedor donde a diario se distribuirán raciones entre los más necesitados».

El establecimiento se inauguró por todo lo alto y con los mayores lujos el 1 de junio de ese mismo año, a la vez que su propietario declaraba su alegría por que Dios le hubiera concedido una larga existencia y pudiera así «en persona ser útil a los desheredados de la fortuna» en su tierra natal. Don Manuel murió el 16 de marzo de 1904. Siguiendo sus instrucciones se constituyó la Fundación Manuel Calvo, que durante 60 años dio olla y pan a los que no tenían qué comer y que a día de hoy sigue consagrada a fines sociales gracias al legado de aquel indiano.

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