Se remonta a 1883 cuando la villa con Fernando Carranza de alcalde, acomete el proyecto de la traída de aguas potables para el consumo, dada la escasez que padecía la villa en gran parte del año, y dado que las que existen eran de malísimas condiciones higiénicas. Firmado por el arquitecto Casto Zavala recurrió al manantial que existía en la Cueva de la Magdalena encima de Galdames a una distancia superior a los 23 km. del que manaban más de ocho litros por segundo, dado que no se encontraban otros más cerca con el caudal necesario. Además sus aguas eran potables, se mantienen siempre claras, bastante frescas en verano, cuecen bien las legumbres, disuelven el jabón y son de sabor agradable.
Así se atendía una vieja reclamación de los vecinos para cubrir primeras necesidades de salubridad e higiene sobre la necesidad de aguas potables, que apenas llegaban a cinco litros por día y habitante con unas pésimas propiedades fisio-químicas en su composición.
La memoria del proyecto recordaba el aumento natural y extraordinario de la población, así como la laudable tendencia general a mejorar las condiciones materiales y proporcionar todas las comodidades compatibles con los respectivos elementos de vida y progreso. Se fijaba para una población de 17.200 habitantes, a cincuenta litros por día, pues desde 1872 al 80 se había duplicado y seguía creciendo.
La larga, costosa y difícil conducción no hubiera sido posible de no haberse prestado incondicionalmente la Compañía del Ferrocarril de Galdames facilitando la vía férrea para que a cualquiera de sus márgenes se emplazara la tubería en toda aquella parte que sea conveniente por todos los conceptos. Además ofrecía la conducción gratuita y ordenada repartición de la tubería y demás adherentes de la obra, valiéndose de la locomoción ordinaria de sus trenes.
Bajo estas líneas recogemos uno de los planos que Aurelio nos ofrece y que corresponde al último tramo de llegada a la Villa. Desde el ferrocarril encima del arroyo de Vallonti, pasaba el puente para ascender hasta Pando, y el frente del cementerio tras el cual se establecía un depósito y distribución. Desde aquí bajaba por el Ojillo, todavía sin construir, para llegar al Cristo, ante el Casco.
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