Pero un juego con tanto arraigo
en la zona no podía estar ausente en la Villa. Según cuentan Ibabe y Lujanbio,
Portugalete contó con cinco carrejos a cachete. Uno en el camino al centro de
Portugalete desde Repelega, y había que atravesar un bar para llegar a él.
Preguntada Aurori, viuda de Luis Aisa, si pudiera tratarse del bar del frontón
La Estrella, nada nos ha podido aclarar. Tres más en la zona de Repelega (Rivas
subiendo de Galindo, La Sierra y San Cristóbal) y otro en Los Hoyos. También
existió un carrejo para jóvenes tras el cementerio, antes de entrar en
Repelega, pudiendo ser la campa que había detrás de Talleres Urbasa, donde se
practicaba el tiro al plato en los años treinta y posteriores. A estos, habría
que añadir el que construimos los chavales de Zubeldia (bola y bolos incluidos)
en la leñera de la panadería a imagen reducida del que habíamos visto en
Urioste y otro en Villa Nueva, si nos atenemos a la noticia publicada en El
Liberal del 22-
8-1931. En ella se anuncia la inauguración de un carrejo de bolos a cachete, otorgándose un importante premio al vencedor el día de la inauguración al día siguiente.
8-1931. En ella se anuncia la inauguración de un carrejo de bolos a cachete, otorgándose un importante premio al vencedor el día de la inauguración al día siguiente.
Del que más datos hemos
conseguido es del que estuvo situado
en el barrio de La Sierra, y ya teníamos
noticias de él gracias a José Ramón Tejada. Consultado nuestro amigo Josetxu
Maruri, que este año cumplirá 90 tacos y está hecho un chaval con una memoria
prodigiosa, nos aclara que efectivamente existió en el barrio de La Sierra Alta
un carrejo propiedad, como todo el barrio, de Ángel Fernández, que regentaba su
padre Tomás Maruri, nacido en Repelega, que tenía la misión de comprar los
bolos al tornero Alejandro Otxoa del Muelle Viejo y cobrar a cada jugador una
“perra gorda”.
Se encontraba tras la casa alta
donde vivían, cercano al barranco llamado “Callejo de Pombo” también conocido
como “Pelotón de Pombo”, junto a seis plátanos que daban sombra a los
contendientes y espectadores. Cerca del carrejo, había un manantial y un pozo
que facilitaban agua para llenar el pozo que todo carrejo debe tener delante
del “taco” con el fin de limpiar de tierra la bola y los bolos antes de armar,
protegiéndolos contra las frecuentes roturas y facilitando a estas que
resbalasen mejor en el momento del impacto. Pero en este caso, no había tasca,
solo agua del pozo y tal vez el vino de alguna bota.
Tras la muerte de Tomás en 1941,
el carrejo se trasladó a la campa de San Cristóbal, donde se siguió jugando
durante años. Fue famoso Cecilio Quintana (centro), vecino de Villanueva, pues
era el único en sacar 7 bolos (puntos) y le otorgaron por ello en varias
ocasiones “la bola de honor”. Él fue el introductor de los bolos esféricos y la
madera de guayacán. Otros bolaris de la zona fueron: el “armador” Timoteo
Abiega (izda.) o los miembros de la familia Barrón (Marcelino dcha.), Julio
Fernández y su hermano Eduardo, así como Antonio Bañales y Félix Fernández “el
tuerto.
Respecto al carrejo de “Los
Hoyos”, contamos con la pista de Ibabe y Lujanbio, quienes afirman estaba a la
derecha del camino (carretera) de Portugalete a Cabieces, en su parte baja. Nadie
nos ha podido confirmar la existencia en Los Hoyos, sin embargo, Patxo Novella
Larrea (otro chaval de 90 años), nos ha fijado su situación en el paraje
conocido como Las Partidas, justo en frente del antiguo comienzo del camino a
Los Hoyos (entre la hoy llamada calle Buenavista y el Grupo Metal).
Según él, el carrejo estaba tras
la casa solitaria de tres pisos conocida como “del pasiego” y que pertenecía a
Portugalete, aun estando en la margen derecha de la carretera a Cabieces. En la
casa
de al lado (X), estaba la tasca, con su frondosa parra, que gestionaba el
carrejo. La regentaba la esposa de “Ramonazo, el cerdero” que vendía sus
animales en zonas limítrofes y en la Ranchería. La existencia del carrejo está
confirmada en los años anteriores y posteriores a la guerra.
Añade para terminar Echarte: “Resulta
innecesario repetir que bolaris sobresalientes en los bolos a cachete, lo han
sido distintas ramas de familias enteras, hombres fuertes, baserritarras o de
fábrica, que entusiastas de este juego, recio por su naturaleza y por añadidura
curiosamente practicado en un reducido número de pueblos de Bizkaia, saben
disfrutar de estos sencillos pero entrañables juegos”.
José Luis Garaizabal Flaño
Muy bueno y muy documentado el artículo.
ResponderEliminarSeguramente que en otros pueblos donde se practicaba todavía quedará gente mayor que podría aportar sus vivencias.
Lo difícil es encontrarlos.
Por eso, repito, muy bueno.
Me ha gustado mucho el articulo
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