En
Portugalete siempre recordamos los puestos de churros, siendo sus propietarios
generalmente personas populares y respetadas en la Villa. Remontándonos a los
últimos años del siglo XIX nos encontramos a nuestro personaje, Facundo “el
churrero”, que estableció una larga saga tras casarse tres
veces.
Facundo
Soldevilla había nacido en 1861 en el pueblo alavés de Oyón y con 20 años se
vino a casa de una tía suya, Agapita Soldevilla casada con Matías Lasa, luego
carpintero, que había llegado un año antes y vivía en el nº 1 del barrio de
Azeta. En esta casa donde residían más de una treintena de personas, la mayoría
jornaleros burgaleses que trabajaban en las fábricas cercanas, estuvo un año, hasta
que con su tía se trasladó a la calle del Medio.
Persona
inquieta y emprendedora empezó, como los demás emigrantes, de jornalero en las
fábricas, pero pronto, tras observar en unas fiestas de Leioa, como hacían y
vendía churros en un puesto ambulante, decidió dedicarse a este negocio, que
alternaría con diversas tareas en la ría.
No
habían pasado tres años cuando ya lo encontramos viviendo en la travesía Santa
Clara, casado con Carmen Sañudo, natural de Zalla, con la que tuvo a sus
primeros hijos Pedro, Francisco y Josefa.
Por si
no eran pocos, un día yendo camino de Gallarta a la romería de San Antonio con
el carro tirado por un burro en el que llevaba todos los bártulos de su
profesión de churrero, se les unió un ciego acompañado de su lazarillo.
Pedro
Heredia decía que “el ciego, de edad
madura, algo debía ver pues hacía muy bien la esgrima del palo en las costillas
del muchacho”.
En el
camino éste se hizo simpático a la mujer de Facundo. “Ya en Gallarta se completaría su conquista. Dormía el niño junto al
horno de la churrería y observando en él aquel semblante de inocencia, la mujer
comenzó su ataque sentimental a su marido.
-¡Recógele
Facundo! ¡Pobre chico! ¡Tener que ir con esa mala bestia!
El churrero, un riojano brusco pero noble de
corazón, calculando sus necesidades familiares, replicaba:
-¡Otra boca más! ¿Es que no tenemos pocas?
No hay nada que no consiga una mujer cuando
se lo propone, y así, poco a poco, con insistencia machacona, acabó con la
resistencia de Facundo, quien, cuando acabó la romería y recogieron los
bártulos, antes de
emprender el regreso a la Villa se encaró
con el niño y con aquel acento de autoridad un tanto brusco de los riojanos, le
dijo:
-¡Pinche! ¡Vamos caminando! ¡Tú ya eres de
los nuestros!
Así
quedó el muchacho, Gregorio del Campo, con lo de “El Pinche”. Había nacido en
1878 en Santa María del Invierno en la comarca burgalesa de los Montes de Oca,
y tenía 11 años. En lo sucesivo formaría parte de la familia del churrero, que
entonces vivía en Coscojales, y con quien aprendería los trabajos de la mar.
Facundo, se trasladó a vivir al Muelle Viejo, a la casa del ataúd, donde nació Guadalupe, la última hija de su primera mujer que murió dejándole viudo sin ver el siglo XX. Aquí dedicado a todo tipo de ocupaciones relacionadas con el movimiento del puerto, como apañar las “barreduras” del carbón en los barcos que atracaban en la dársena, o atender al bar donde servían comidas, gestionado por sus hijos, se convirtió en uno de los personajes populares de aquellos años al igual que los recordados Víctor Urrestarazu, Gorrión, los Colillas, etc.
Facundo, se trasladó a vivir al Muelle Viejo, a la casa del ataúd, donde nació Guadalupe, la última hija de su primera mujer que murió dejándole viudo sin ver el siglo XX. Aquí dedicado a todo tipo de ocupaciones relacionadas con el movimiento del puerto, como apañar las “barreduras” del carbón en los barcos que atracaban en la dársena, o atender al bar donde servían comidas, gestionado por sus hijos, se convirtió en uno de los personajes populares de aquellos años al igual que los recordados Víctor Urrestarazu, Gorrión, los Colillas, etc.
El vate popular le incluyó en
aquella canción que empezaba:
El Muelle Viejo, señores, ya no es de Portugalete,
que se quiere gobernar como pueblo independiente.
De alcalde, Víctor “El Buzo”, de secretario, Sotero,
serenos Canillo y Angel y de alguacil “El Churrero”.
Facundo se casó en segundas
nupcias con Dionisia Prieto, también viuda con dos hijas, y pasó a vivir al
número 2 de la calle Salcedo. En el padrón municipal encontramos que Gregorio,
“el pinche” figuraba entre su familia como criado.
Sería a finales de 1901, cuando
éste se casa con Natalia Criado, de la que ya hablamos en este blog y con la que tuvo 13 hijos, una de las proles más
numerosas que se recuerdan en la Villa. Para Facundo esta rama de “los pinches”
siempre fue parte de su familia, y Nisio el palangrero, hijo del pinche, solía
recordar que su padrino había sido Paco, el hijo del churrero. Hoy en día un
eslabón de esta saga familiar de los pinches, Txomin Hermosilla Gómez, se
encuentra por Norteamérica trabajando para la NASA.
Facundo
tuvo otras tres hijas de su segundo matrimonio y tras quedar nuevamente viudo
se volvió a casar. Murió en 1950.
Estamos
pues ante una saga portugaluja amplia, pudiendo recordar entre sus hijos a
Francisco Soldevilla Sañudo, conocido en el muelle Viejo por su bar “El
Churrero” y que salió elegido concejal en las listas del PSOE en la primera
corporación republicana del año 1931. En las fotos inferiores aparece en el balcón del bar y frente a él con gente del muelle Viejo.
Casado con María Egusquiza, hizo consuegros a
nuestro Facundo “el churrero” y a Gabriel Egusquiza, “Napoleón”, otra estirpe
de portugalujos dedicados a los trabajos de la ría y el puerto, que había
conseguido su apodo por su actuación en la guerra carlista. Viejo lobo de mar, habitual en los
salvamentos de náufragos en la barra, por los que había sido reconocido en dos
ocasiones con sendas medallas y diplomas, vivió los últimos años con una lesión
grave al corazón que le atendía el Dr. José Luis Aldecoa. Sin embargo, tenía 73
años, cuando un muchacho se cayó al agua frente a la estación, no dudando en
lanzarse salvandole la vida, aunque ello fuera la causa de que días después su
corazón le fallara definitivamente. Su heroica actuación en 1928 causó gran
impacto en la Villa.
Paco Soldevilla murió durante la guerra civil
en el frente y de su matrimonio con María Egusquiza, recordaremos a su hijo
Francisco, maquinista naval, que emigró a Nueva York donde estudió y se doctoró
en literatura hispánica, casándose con una hija de españoles y a su hija Mª Carmen. Esta se casó con
José Luis Ranero Tejedor, con lo que la saga del churrero se enlazó con la saga
de “los de la Narria”, que constituyera igualmente a final del siglo XIX, el
carranzano Emilio Ranero. Fue también Pedro Heredia quien nos habló de él: “Emilio había sido antes mayoral de la
diligencia de Solares a Santander, y por su gran experiencia en el comercio del ganado, su opinión era muy estimada en
el trato y justiprecio, al que era llamado con frecuencia.
Cuando se instaló el tranvía entre Bilbao y
Portugalete, Emilio se hizo cargo del reparto de mercancías, poniendo en
práctica una idea rural en la Villa de las calles empinadas: La narria.
Y cayó tan simpática la narria en nuestra
Villa que a los miembros de dicha familia se les llamó en adelante, sin
prescindir de sus nombres propios, “los de la narria”.
Por su
parte su hija Guadalupe Soldevilla Sañudo, que había nacido en la casa del
ataúd, se casó con Juan Contreras Soldevilla, con lo que la familia del
churrero se enlaza con la conocida familia de carniceros de Juan Contreras.
Ambos eran primos carnales por lo que tuvieron que obtener previamente dispensa
papal. A su vez este pasaba a ser cuñado del popular Félix Parras, con fábrica
de embutidos en Abatxolo.
De esta
rama del árbol genealógico procede su nieto el industrial, actual propietario
del Palacio Oriol junto a la muga con Santurtzi, José Luis Contreras
Soldevilla.
Como no
se trata de recoger todo su árbol genealógico acabaremos citando que de sus
tres hijas del segundo matrimonio, Paula, Dionisia y Bienvenida Soldevilla
Prieto, esta última es recordada por haber atendido toda su vida la taquilla
del Puente Colgante, tras ocupar el puesto que ocupara durante muchos años su
sobrina.
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