domingo, 6 de agosto de 2017

EL CONTRABANDO EN LA HISTORIA DE LA VILLA: UN CASO EN EL SIGLO XIX






El contrabando en una villa portuaria como Portugalete fue algo habitual a lo largo de su historia y así lo recogió Zunzunegui en sus novelas y recuerdos. Como muestra recogemos este caso que terminó en juicio en 1847 y que relatamos siguiendo las actas del mismo.

Todo empezó el 9 de noviembre cuando se hallaba anclada en la ría la goleta SOTERA cuyo capitán era Tomás Antonio de Goitia, y Ceferino de Urizar, en compañía del celador de arbitrios y del médico fueron en una lancha hasta ella. Tras los trámites habituales a su oficio (una especie de policía de aduanas del mar) al despedirse el citado capitán le pidió al primero de ellos “que le llevase por favor, bajo la capa que tenía puesta, a su casa un fardito. A lo que le respondió que siempre que fuese cosa de contrabando, que no se determinaba a llevarlo, por cuanto era un empleado y como tal no quería comprometerse”. Goitia le dijo que no se preocupase aunque fuese contrabando, “por tener amistad con el sargento del resguardo”, que no le cobraría nada por pasarlo.

Estando así las cosas Urízar decidió saltar a tierra con el capitán del buque y el celador. Poco después de salir del barco, les dio alto el resguardo, y “preguntando qué era lo que contenía el fardo que llevaba”, Goitia repuso que era de su propiedad, y que no llevaba en su interior nada más que 8 ó 10 vestidos para su esposa y sus cuñadas. El guarda o resguardo decomisó el paquete, dando parte de ello, por lo que entonces intentó sobornarle con 24 duros, para que no llegase a oídos de los dueños, Mier, Ybarra y Compañía, proposición que no fue aceptada por el guardia, llevando el paquete a su caseta. Acto seguido el sargento mandó llamar al alcalde para informarle de todos estos hechos y este mandó al alguacil, incoándose un expediente por el que se le condenó con una multa de 701 reales.

El caso siguió adelante y ya el 14 de enero tuvo lugar un acto de conciliación en la Casa Consistorial ante el alcalde Pedro de la Bodega, que en aquella época poseía atribuciones de juez de paz, comparecieron el señor Urízar, y el señor Goitia, con su hombre bueno Telesforo de Balparda, todos vecinos de la villa, sin llegar a un acuerdo.

Con posterioridad, tras ciertos tiras y aflojas, pues Urizar se sentía engañado ante una actuación de mala fe, se convino en que Goitia le pagase 320 reales, sin que pudiese argumentar más derecho para otra reclamación. Se dejó constancia por escrito de todo el litigio, firmando la totalidad de las personas intervinientes en dicho juicio.  

Roberto Hernández Gallejones

El artículo original completo se puede leer en la




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