miércoles, 27 de septiembre de 2017

LA RESTAURACION DE LA TORRE DE LA IGLESIA EN EL SIGLO XIX Y MANUEL CALVO




En una entrada anterior surgió el tema de la reconstrucción de la torre de la iglesia a cuenta de una foto en torno a los años de la guerra carlista.

Aprovechamos la ocasión para recordar un trabajo de Roberto Hernández Gallejones, sobre la construcción de la iglesia parroquial de Santa María, en el que toca este tema y que se encuentra en la BibliotecaDigital Portugaluja.

Confirma la afirmación de José Luis Garaizabal de que en 1873, el arquitecto bilbaíno Severino de Achúcarro redactó las condiciones facultativas para ejecutar unas obras de restauración de la linterna del reloj de la torre, por un importe de 40.000 reales. Y sigue relatando como tendrían que pasar 10 años, hasta 1883, cuando el arquitecto Julio Saracibar firma los planos de rehabilitación con un nuevo esquema estructural de su interior.

Este tema y la presencia del indiano Manuel Calvo es lo que queremos recoger en esta entrada de hoy.

El citado cambio, continua el archivero municipal, era muy profundo, suponiendo efectuar una torre de estilo neogótico, muy picuda, con arcos apuntados y rosetones. Este tipo de innovaciones eran muy apreciadas en esta época, pero hubiera roto por completo con las normas artísticas de todo el edificio.

Aparte de las consideraciones vertidas por los diferentes técnicos en la materia se dio también la actuación, del señor D. Manuel Calvo, que terció en el debate a favor de respetar el estilo inicial del templo.

Su opinión la trasladó el alcalde a la sesión municipal del 23 de agosto de 1886 manifestando “que habiendo ido a saludar a D. Manuel Calvo que por unos días ha venido a esta Villa, en el curso de la conversación hablaron de la torre de la iglesia, y doliéndose el Sr. Calvo del estado lastimoso en que se encontraba, a consecuencia de los estragos que en ella hicieron los cañones de las huestes carlistas durante la última guerra civil, manifestó que contase el Ayuntamiento con veinte y cinco mil pesetas para su reconstrucción, pero con la condición de que se había de levantar con el mismo orden de arquitectura que antes tenía. Los señores concejales acordaron dar un voto de gracias a tan preclaro y generoso hijo de esta Villa, nombrando al efecto una comisión compuesta de los señores 1º y 3º alcaldes, síndico, y regidor Ortiz, que pasen a saludarle y darle personalmente las gracias”.

Se vio la necesidad de demoler completamente la obra antigua y sustituirla por una torre de nueva factura limitándose a reedificar lo destruido, respetando las líneas generales de la obra demolida. No se trataba de “atacar un remiendo mal echado”, sino de un trabajo, fruto de varias generaciones de nuestros antepasados, memoria fiel de los diversos estilos artísticos que se han sucedido en el tiempo. Cambiar, aunque sólo sea en parte esto, representaría, según el arquitecto Francisco de Angoitia que fue consultado, profanar el recuerdo de los que nos han precedido en la historia.

Se nombró arquitecto para dicho cometido a Casto de Zabala, y a sus órdenes a Francisco de Berriozabal y los planos, extendidos por este último llevan fecha del 29 de noviembre de 1886, habían sido ya previamente aprobados por Zabala

El expediente de reparación va de 1886 a 1888. El presupuesto llegó a la cifra de 37.689 pesetas, de las que Manuel Calvo aportó 30.000 ptas, que se completó con una suscripción popular en la que aparecen muchos donantes encabezados por Sotera de la Mier, Dionisio Castaños, o la reina María Cristina. Como nota curiosa, podemos decir que el director había ordenado expresamente que la piedra de sillería que se tenía que utilizar para el arreglo de lo anterior y para lo nuevo, debiera de proceder de las canteras de Arrigúnaga, “por ser la que más se parece a la empleada en la obra existente”.

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