martes, 6 de agosto de 2019

RECOGIDO DE LA PRENSA: LOS CLÍNEX, UN INVENTO DE UN MÉDICO DE PORTUGALETE



Juan José Conde-Pelayo (1847-1922) estaba obsesionado con los microbios y no usaba pañuelos de tela, sino de papel de seda que encargaba en la Papelera Española. Así encabeza su artículo JOSÉ JAVIER GÓMEZ ARROYO en la edición de EL CORREO de ayer 5 agosto 2019. 

Los pañuelos de papel son invento moderno y casi un imprescindible en nuestras vidas. Y no, no los inventó un personaje extranjero sino un médico nacido en Vegas de Pas cuyos restos descansan en Portugalete, donde fue médico durante muchos años y se convirtió en un personaje muy querido porque ejercía casi al estilo Robin Hood. Se trata de Juan José Conde-Pelayo (Vega de Pas 1847-Portugalete 1922). En aquella época, la medicina no era gratis, sin embargo, Conde Pelayo solo cobraba a los ricos. Cuando alguien sin recursos necesitaba de sus servicios le atendía sin pasarle ninguna factura.

Dicen las crónicas de la época que estaba dotado de una asombrosa capacidad retentiva que despertó gran interés entre la comunidad científica de la época. Recitaba de memoria largos discursos políticos que no necesitaba leer más de una vez y se aprendió 'El Pitágoras o libro de cuentas ajustadas', un tratado por el que buena parte de Europa se rigió en la conversión de pesos y medidas hasta la invención de las calculadoras en los años 50 del siglo pasado.

Prácticamente toda su existencia transcurrió en Portugalete. Su madre se mudó a la villa jarrillera junto a él y montó un pequeño negocio de telas. Con lo que sacaba de él, procuró la educación necesaria para que el pequeño pudiera estudiar. Además de médico allí, fue profesor de matemáticas y catedrático de Metafísica en la Universidad Central de Madrid y en la que poco después obtendría la cátedra de Metafísica. También ejerció como secretario particular del que fuera presidente de la I República, Nicolás Salmerón. Asimismo, fue uno de los primeros estudiosos y defensores del esperanto.

Entre todas estas sabidurías fue quizá la medicina y la cirugía las que le hicieron popular entre las diferentes clases sociales vascas. Para las más acomodadas, por su prestigio. Para los pobres, por su humanidad. En 1884 fue nombrado médico cirujano de la sanidad marítima del puerto de Bilbao.

Su auténtica obsesión eran los microbios y por eso no usaba pañuelos de tela, sino de papel de seda que encargaba en la Papelera Española. Acostumbraba, además, a dejar sobre las mesitas de sus pacientes un pequeño montoncito de hojas recortadas para que las usaran. Esta pertinaz costumbre le supuso ser salvado en 1917 de un rosario de torturas cuando se creyó posible consolidar una nueva república en España, pues por sus ideas políticas fue detenido en compañía de su yerno José Tejada y obligados ambos a recorrer la distancia entre Portugalete y Bilbao andando, para terminar encerrados en una escuela con función de cárcel.

Acorde al testimonio de Félix González Cintora, presidente que fue de la Agrupación Republicana portugaluja y que presenció la escena, sabemos que un coronel del ejército pasó por el improvisado calabozo y vio a un anciano postrado en una cama con el montoncito de papeles de seda sobre la mesita. Entonces se dio cuenta de quién era: «¿Está ahí el doctor Conde-Pelayo?», le preguntó al vigilante. Al recibir el sí, mandó que le liberaran. Años antes, el galeno había salvado la vida del sobrino de este coronel.

Muchos años después la multinacional Kimberly-Clark usaría el término registrado Kleenex en 1930, pronunciado clínex en todo el mundo independientemente de la marca que posean, para identificar una serie de pañuelos desinfectados y desechables que se han hecho populares en su uso contra el resfriado común o la rinitis alérgica.

Aunque, volviendo otra vez la vista hacia el pasado, nos encontramos en el Boletín de la Industria y el Comercio del Papel de 15 de septiembre de 1908 una curiosa referencia que dice: «Hemos afirmado que el papel chino empleado para moquero, toalla, servilleta, etcétera, tiene que abrirse campo. Pues bien, una prueba de que no estábamos equivocados al hacer tal afirmación son las varias cartas que el doctor Conde-Pelayo, patrocinador y ejecutor de la idea, ha recibido alentándole en la empresa y pidiéndole datos. Entre dichas cartas merece mencionarse la de Vicente Ibarra, peluquero establecido en Barcelona, calle Aviñó, quien proyecta realizar los servicios de su establecimiento con papel de esta clase. Esto demuestra que la publicidad es la que hace prosélitos. Y si en círculo de acción tan reducido se han obtenido ventajas, ¿qué no se lograría realizando la propaganda en una esfera más amplia?» (Archivo prensa histórica)

Por si esta reseña fuera poco para hacer merecedor al médico de Portugalete de la idea original de este popular producto que son los clínex, añadiremos las palabras que al respecto recordaba el mismísimo Indalecio Prieto, titular de diversas carteras ministeriales durante la Segunda República y presidente del Partido Socialista Obrero Español durante el exilio, quien al ensalzar precisamente la recitación de los variados discursos políticos que el doctor pasiego se sabía de memoria añadió: «Cuando se le seca la boca, bebe un sorbo de agua y se seca los labios con una cuartilla de papel de las que lleva para este cometido y para sonarse las narices, forma con ella una bolita y luego de usarla la arroja al suelo. Conde-Pelayo se ha adelantado en más de medio siglo a inventar los higiénicos Kleenex».


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Para una completa información de este personaje, y corregir algunas inexactitudes de este artículo, recomendamos consultar el libro de la Colección El Mareometro, PORTUGALETE EN EL RECUERDO: LOS CONDE-PELAYO, que se encuentra en la Biblioteca Digital Portugaluja.


Entre las puntualizaciones señalaríamos principalmente:

Dice:

1.- Prácticamente toda su existencia trascurrió en Portugalete. Su madre se mudó a la Villa jarrillera junto a él y montó un pequeño negocio de telas, cuando en realidad su madre tras vender telas por la provincia (aprendió vascuence para entenderse con sus clientes) se estableció en las Siete calles de Bilbao, negocio que dejó a su hijo al morir. Este por su parte llegó a la Villa tras su estancia en Madrid, con 37 años, en 1884.

2.- Recitaba de memoria largos discursos políticos que no necesitaba leer más de una vez. Según Indalecio Prieto “don José es muy devoto de don Nicolás Salmerón, cuyos principales discursos retiene fielmente en la memoria. Cuando se le invita a algún acto político, jamás habla por cuenta propia. Comienza diciendo: "En la sesión de tal día, don Nicolás Salmerón se expresó en los siguientes términos ante el Congreso: Señores diputados.” y a continuación recita íntegramente el correspondiente discurso sin perdonar las acotaciones –"aplausos a la izquierda", "rumores en la derecha"– acotaciones que el recitador recalca moviendo la cabeza a un lado o a otro, según de donde en su día provinieron los aplausos y los rumores.

3.- Se aprendió “El Pitágoras o libro de cuentas ajustadas”, cuando en realidad fue él, cuando ejercía la docencia en Madrid, quien publicó dicho libro en 1880, que luego complementó publicando El transito del sistema de pesas y medidas de Castilla al sistema métrico-decimal.

4.- Ejerció como secretario particular del que fuera presidente de la I República, Nicolás Salmerón, y según su nieta Leonor Tejada Conde-Pelayo cuando Salmerón fue presidente de la República, Juan José estuvo junto a él y por mucho tiempo fue su brazo derecho, una especie de secretario-voluntario.







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