El año 1853 se
recuerda en la historia portugaluja, como el año que la Villa levantó el
magnífico edificio para escuelas públicas de primera enseñanza del Campo de la
Iglesia, proyectado por el arquitecto Francisco de Orueta.
Nosotros hoy
queremos fijarnos en un hecho importante en la historia de la mujer de nuestra
Villa como fue que por primera vez se nombró a una maestra, aunque fuera para
impartir clases exclusivamente a chicas y con un sueldo inferior al del
maestro. Tampoco
debemos olvidar que la enseñanza a las chicas, según un decreto de 1825, se debía centrar
en las labores propias de sus sexo, a
saber: hacer calceta, cortar y coser las ropas comunes de uso, bordar y hacer
encajes u otras que suelen enseñarse a las niñas.
Seguimos las
investigaciones de Roberto Hernández
Gallejones y Jaime Villaluenga
que nos sitúan en aquellos años de primera mitad del siglo XIX. Había un solo
maestro, José García, que proviniendo de Santurce se hizo cargo de la plaza en
diciembre de 1832 con el sueldo de 3.300
reales anuales. A la escuela, para ambos sexos, acudían 70 niños y 40 niñas. El fue el último
maestro que además de encargarse de la enseñanza se encargaba de otros
menesteres como el correo, cuidado del reloj de la torre o tocar las campanas. En
1847 todas estas funciones distintas al magisterio fueron prohibidas por el
gobierno de Vizcaya.
Aunque un decreto de
Carlos III, permitía crear escuelas para niñas desde de 1783, fue en marzo de 1853 cuando se
empezó a estudiar a nivel provincial la creación de escuelas de niñas para los
pueblos que pudieran mantenerlas. Portugalete juzgó el proyecto interesante y a
finales de mes la corporación y los mayores contribuyentes decidieron crear
esta escuela a cuya maestra se abonarían 2.200 reales: 1.800 de los fondos
municipales y 400 aportados por las familias. La enseñanza se impartiría hasta
los 16 años y tendría carácter gratuito para las niñas catalogadas como pobres,
mientras que el resto debería abonar a partir de los 13 años la totalidad del
coste de la enseñanza.
El 6 de junio
de 1853 se inaugura el edificio “de nueva construcción, destinado a escuelas públicas
de niños y niñas, con habitaciones para maestro y maestra, situado en el
llamado Campo de la Iglesia” y el 3
de Septiembre se aprueba el nombramiento de Cándida de Esparza y Urioste como maestra interina (hasta
que la interesada reuniera los requisitos necesarios para obtener la plaza en
propiedad),
aunque algunos concejales se habían mostrado partidarios de la adjudicación por
el sistema de oposición
El sueldo de
la maestra, que por Real Decreto estaba establecido que fuera una tercera parte
menor que el del hombre, se fue aumentando con el paso del tiempo, pero según
la queja del maestro era una “dotación por cierto bien mezquina atendido el mucho
trabajo” que conllevaba.
Esta primera maestra
de la que en la Villa tenemos noticias, dimitió de su puesto por razones de
salud en julio de 1857. En su lugar se nombró a Antolina Yarza, natural de la villa, con el mismo sueldo. A
finales de ese año, y tras 25 años de servicio, el maestro José García se
retiró con derecho a jubilación a cargo del municipio, aunque para acceder a
esta situación hubo de presentar un informe médico que certificaba su
enfermedad e incapacidad para seguir ejerciendo
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