martes, 19 de marzo de 2013

LA CAMPANA DEL AVLONA EN LA EXPOSICIÓN “NAUFRAGIOS EN LA COSTA VASCA” QUE SE INAUGURA HOY EN RIALIA



El 8 de marzo de 1901 tendría lugar la mayor catástrofe marina que se recuerda en nuestro puerto, el hundimiento del vapor británico Avlona, que llenó de consternación a los pueblos del Abra.
Embarrancado en la escollera del rompeolas, una violenta explosión de su caldera, hizo que en los días siguientes la costa se llenara con los cadáveres de sus 26 tripulantes y tres pasajeros. Junto al del capitán todos los cadáveres se trasladaron al cementerio británico de Bilbao.
Este accidente quedó marcado en la memoria de los marineros portugalujos de aquellos años, Aquilino Urcullu, Deogracias Barañano, Nicolás Mendive, Aurelio Llanos o Víctor Urrestarazu, “el buzo”, entonces ayudante de su padre, que lo trasmitieron a la siguiente generación. Seguimos a Pedro Heredia que recogió su relato:
“Tras aquella triste noche del 8 de marzo de 1901, el “Avlona” quedó sumergido en la barra, para cebo de los chatarreros. Urrestarazu que era el más audaz de los buzos de aquella época, en que por las condiciones del puerto y muchas veces en mar abierto, la profesión de buzo requería mucho temple y gran valor, acometió con la primera bonanza del tiempo la empresa de salvar lo salvable de aquel desgraciado navío que, perdiendo toda su tripulación en aquella noche trágica dio además a la voracidad de las olas una presa fuera del rol: la mujer del capitán…
En aquellos tiempos de la navegación heroica se auxiliaba el mando para dar órdenes, de una campana colocada en el puente. En el Avlona su campana tañó triste en aquella noche en su última orden de “¡Sálvese quien pueda!” que escucharía la tripulación como el lúgubre sonar de la campana de una aldea en el día de difuntos…
¿Qué vería Urrestarazu en aquella campana? No lo sabemos pero la campana fue rescatada y no con destino a la chatarrería. El buzo la guardó para sí y la campana del Avlona pasó de lo trágico a lo pintoresco. Urrestarazu que era un asiduo chacolinero, asoció su campana a los castizos festejos que se organizaban en el chacolí de don Félix Chávarri, en la travesía de la iglesia, en el que los viejos marineros, entre anécdotas de su hazañas como colaboradores espontáneos de la Junta de Salvamento y dejando a un lado el brillo de sus condecoraciones, celebraban, entre el paladeo de sabrosas cazuelas de bacalao, bien regado por los ricos caldos obtenidos en los magníficos y hoy desaparecidos viñedos de la Villa, los últimos momentos de un carnaval ya agonizante, preparando sus salidas a la calle a entonar las coplas de “El entierro de la Sardina”.
En aquel festejo carnavalero, un pequeño ataúd llevado a hombros de cuatro fornidos marineros sobre el que iba clavada la simbólica sardina gallega, precedido de varios faroles y seguido de otros marineros con sus ropas de agua y bicheros, destacaba el sonido de lúgubre lamento de la campana del Avlona acompañando al coro satirizando el orgullo de los potentados ante la medida igualatoria de la Muerte.
Finalizado del desfile, la campana volvía a casa del buzo hasta que finalmente éste lo cedió al Hospital-Asilo de la Villa como ofrenda de los marineros.

Desde hoy hasta el 12 de junio, la citada campana presidirá la exposición sobre Naufragios que se inaugura en RIALIA.

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