Tradicionalmente en el País siempre se ha
jugado a la pelota a mano contra los muros de las iglesias, si el pueblo o
barrio no contaba con frontón o éste se encontraba ocupado o era privado. Nuestra
Villa no pudo ser una excepción.
José Luis Garaizabal, ha
recurrido a Txerra Cobos que fue uno de los habituales a jugar en
aquellos tiempos en que eran famosos los duelos entre Atano X, Azkarate y
García Ariño (tenía el apodo pelotazale de “Atano equis”) para recuperar esta
parte olvidada de nuestra historia.
Nuestro templo parroquial dispuso de un
pórtico adosado que desapareció en 1944 en el que se jugaría a cubierto, pero
siempre fuera del horario de las misas, funerales y demás servicios religiosos.
También disponía de un espacio de juego desde
1853 tras construirse las Escuelas de Campo dotadas de un soportal con frontón
para recreo de los alumnos en días desapacibles. Tenía el inconveniente de que,
al estar instalada la Alhóndiga Municipal en sus bajos, se prohibió el juego de
pelota mientras aquella estuviese abierta. Tras los daños sufridos durante el
sitio carlista, se reedificó, modificando la situación de la escalera de subida
a los pisos superiores. Era una cancha enrevesada con frontis y rebote en la
zurda, dos puertas y dos ventanas con rejas, y, además, en el ancho las tres
columnas con sus arcos. Guardo recuerdo de ver jugar a los mayores, entre ellos
a Berna Coto, que dominaban cada rincón de aquel mini frontón-trinquete en sus
desafíos (decían que se jugaban dinero). Su cielo-raso tradicional construido
con tablillas y yeso fue poco a poco deteriorándose con las pelotas y pedradas,
llegando al final de sus días con las solivas al aire, añadiendo una dificultad
más al juego. Se solía decir que tenía más trampas que la casa de un chino (por
lo de Fu Man Chú).
En 1967 fue derribado parcialmente el
edificio quedando el soportal en pie hasta que fue construida la nueva Casa
Parroquial (1968), ya sin el pórtico-frontón.
Este frontón junto con los muros del
templo parroquial convirtieron el Campo de la Iglesia en la zona de juego de
pelota por excelencia de la Villa, aunque en casi todas las calles había alguna
pared con su línea blanca a modo de chapa, que servía de frontón y la
existencia del famoso frontón La Estrella (1886), que en los años en que vamos
a desgranar nuestras vivencias, los años 60 y mediados de los 70, estaba ya
cerrado.
Dejamos constancia de los que entonces también existían, el del Campo de San Roque (1946) que era solo para los de la Falange y el del colegio Santa María (1960) para sus alumnos y los Torneos Puente Vizcaya que organizaba el ELAI ALAI. Había otros dos también privados, uno, el Jama Alai (1929), situado en un chalet de Peñota propiedad de los Vicuña y el otro, en el palacio de Chávarri (1903) y otro, público, en la tejavana de Zubeldia entre el muro de contención y el del lavadero antiguo.
En próximas entradas nos centraremos
exclusivamente en las canchas del Campo de la Iglesia conocidas popularmente
como ancho, izquierdilla, derechilla y euskalduna, junto a la torre de Salazar,
y las modalidades de juego que existían.
ResponderEliminarNuestro amigo Koldo Bastida nos señala que, en la relación de frontones falta el de los Agustinos. Ya tuve esa duda al escribir el artículo, pero ese frontón no se construyó hasta finalizar Zubi Alde en 1974. Hasta entonces solo existía un solar donde su jugaba al fútbol. En una ortofoto de 1977 ya aparece construido lo que me hace pensar que, se construiría como muro de contención tras la excavación y construcción de la pista de hielo.
A cuenta de las apuestas, he recordado que nosotros nos solíamos jugar unas bolsas de leche de Beyena que vendía bien fresquita Ángeles Garate en su tienda de la calle del Medio. Se le mordía uno de los picos y se bebía la leche al estilo bota de vino. También solíamos apostar "peditos de monja" que vendía Tomasa Zarandona en su tienda de la calle Santa María.
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