Sus zonas y límites los fijaban:
1.- La zona delantera de losas marcaba la
zona de saque y falta. A su derecha, las escaleras y el txoko.
2.- Una línea marcada por las losas entre el
extremo del contrafuerte y la alcantarilla.
3.- La zaga la fijaba un estrecho bordillo
de piedra que separaba el camino de galipó y la cancha triangular de cemento,
ligeramente inclinada.
4.- La zona llana frente a la casa
parroquial que según nos diera, unas veces era buena y otras, mala. Su límite
lo marcaba una fila de losas a modo de escalón.
Lógicamente, el frontis no tenía chapa,
así que estaba pintada con un trozo de tiza, yeso o escayola y necesitaba
repintarse. Un día, conseguimos unos listones y con unos buenos clavos y un
martillo bajado de casa solventamos la papeleta durante años. Fueron arrancados
durante las obras de rehabilitación general de la basílica en los años 80-90.
Contaba con infinidad de trampas:
1.- Las escaleras y el txoko.
2.- El contrafuerte inclinado, a modo del
fraile de los trinquetes, que o bien servía para hacer el saque contra él o que
los pelotazos de frente acabaran en el txoko junto a las escaleras. El saque
contra el contrafuerte, a veces, provocaba el vuelo de la pelota hasta los
caminillos. El que la tiraba estaba obligado a ir a por ella y luchar con las
ortigas y los mokordos. Si el “explorador” no la encontraba, obligaba al resto
de pelotaris a acompañarle en aquel particular “safari” si queríamos seguir
jugando.
3.- Un hueco en una de las piedras, que a
modo de txirlo, al recibir el pelotazo, devolvía la pelota en dirección
insospechada. La piedra fue sustituida en las obras de rehabilitación.
4.- La ventana a modo de saetera en el
centro del frontis que estaba medio tapiada y con una malla metálica.
7.- El pilar de la torre que ocultaba la pelota si el sacador lo hacía con efecto o con la zurda (los menos), imposibilitaba su resto al zaguero.
El resto de canchas existentes en el Campo de la Iglesia eran: la “derechilla” situada entre el contrafuerte y la puerta de la ribera; la “izquierdilla” situada al final de la pared que separa la puerta de la ribera y el ábside; el rincón entre las escaleras de subida desde el arco de Salazar, el muro de contención (hoy picado su revoque) y el muro exterior del patio de armas de la torre. Los mayores la habían bautizado como “euskalduna” y los pelotaris eliminados al “primi” y los espectadores tenían su graderío en las escaleras.
El juego que se practicaba tenías diversas modalidades que explicaremos en la próxima entrada de esta serie.
José
Luis Garaizabal
Txerra
Cobos
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