Por Tasio Munárriz
El proceso de
depuración de los maestros comenzaba considerándoles a todos destituidos y con
la obligación de solicitar el reingreso respondiendo a un cuestionario sobre su
actuación política en toda la época republicana. En el proceso depurador la
comisión provincial solicitaba cuatro informes: al alcalde, a la Guardia Civil,
al párroco y a una persona de absoluta solvencia ideológica, todos ellos de la
última localidad donde hubiese ejercido el maestro. También admitía denuncias
anónimas sobre la conducta moral y religiosa (casado por la Iglesia o por lo
civil, divorcio, asistencia a misa, etc) y animaba a delatar a los compañeros.
La depuración no significaba sin más la expulsión sino el examen de sus
antecedentes.
Estos eran
los criterios para graduar la decisión final:
Reposición
para quien desvaneciese los cargos que se le formulaban;
Traslado para
quienes, siendo profesional y moralmente intachables, tuviesen ideas
nacionalistas y no hubiesen participado en la sublevación
comunista-separatista;
Separación
del servicio para los militantes o simpatizantes de organizaciones del Frente
Popular o sociedades secretas (masonería) y también a quienes hubiesen
orientado su labor profesional en un sentido disolvente (laicismo, coeducación,
naturalismo pedagógico).
Después se
suavizaron las sanciones añadiendo la suspensión temporal y la jubilación
forzosa. Los maestros nacionalistas fueron trasladados a otras provincias no
limítrofes porque hacer nacionalismo en ellas no tenía ningún peligro
Alrededor de
15.000 maestros fueron sancionados, de los que 6.000 fueron separados
definitivamente de la enseñanza. Los maestros que ejercían en Portugalete y que
fueron depurados negativamente fueron ocho, mientras que otros catorce fueron
confirmados en sus puestos.
Recojo el
caso de tres conocidos maestros portugalujos que fueron sancionados y a los que
les costó mucho esfuerzo recuperar el puesto de funcionarios años después.
María Paz
Bilbao Larrínaga. Obtuvo el título de maestra en 1935, aunque el diploma
acreditativo está fechado en 1936. Ejerció como interina en Sestao (1937), en
Plencia (1940) y en Guizaburuaga (1942). En 1960 se tuvo que presentar a una
oposición restringida para ir como propietaria provisional a la escuela
unitaria nº 3 de Santurtzi-Ortuella y a la de Aldeacueva (Carranza). En 1963
estaba en la escuela de párvulos de Nanclares de la Oca y en 1964 en la de
Portugalete. Pasó a la escuela de preescolar de Casilda Iturrizar (1974), y a
la de Pilar Careaga (1975), junto a la de Maestro Zubeldia.
Leonor Pérez
Martín, cursillista del 36. En 1937 le propusieron acompañar a los niños
evacuados a la URSS pero renunció. Ejerció como maestra interina en la Escuela
de Sestao. De allí pasó a Suances (Cantabria). Durante varios años no pudo
ejercer oficialmente su profesión y daba clases particulares en su vivienda.
Era la “señorita Leo”. Una Orden de 1979 permitió la integración de los
cursillistas del 36 en el Cuerpo de profesores de EGB. En ese año le nombraron
propietaria provisional de la escuela Pilar Careaga para pasar más tarde a la
de Maestro Zubeldia.
Angel Sadaba
Quintana, cursillista del 36. Obtuvo el título en Magisterio en la Escuela
Normal de Alava en 1935. Fue bibliotecario y profesor interino de Francés y
Geografía e Historia desde 1933
a 1936, por ausencia de los catedráticos titulares, en
el Instituto de Portugalete (dimitió en la guerra), profesor interino en la
escuela Maestro Zubeldia (1938–1941) y sustituto en Galdácano (1942). En 1971 solicitó
la integración en el Profesorado de EGB como cursillista del 36 y fue admitido.
Debido a que por las
circunstancias de la guerra había escasez de maestros, se nombraron interinos y
sustitutos dando prioridad a los que tenían el título pero admitiendo después a
los mutilados del ejército nacional, a los que hicieron la mili como
combatientes del mismo, a los familiares de un muerto o mutilado en campaña,
etc. En Portugalete tomaron posesión de su puesto de maestros tres
excombatientes.
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