Era un cura inquieto y servicial. Ordenado sacerdote
en 1942, después de estar un año en la parroquia de Lamiako, se trasladó a
Robledo de Chavela en la sierra madrileña, porque faltaban allí sacerdotes.
Después se fue de misionero al desierto de Atacama, zona minera al norte de
Chile, y, a su vuelta, le destinaron a la parroquia de Bolueta, de donde pasó a
Portugalete como párroco de Santa María en 1961, sustituyendo a D. Angel de
Chopitea y Múgica.
Le tocó aplicar la reforma litúrgica y la separación
del poder político promovidos por el Concilio Vaticano II (1962–1965). Su
actividad pastoral fue muy diferente de la ejercida por Chopitea. No era amigo
de grandes solemnidades ni de procesiones masivas. En sus homilías hablaba a
mil personas como si fuesen un grupo de cuatro. Trataba con todo el mundo, con
los vencedores y con los vencidos en la guerra, con los de derechas y con los
de izquierdas. No quería ser secuestrado por ningún bando. La parte de la
población que había sido humillada y desprestigiada se encontró con un cura que
les aceptaba sin obligarles a ningún “trágala”.
El obispo Pablo Gúrpide, también estaba en desacuerdo
con D. Pablo y le castigó dos meses sin predicar porque desunía a la
feligresía. Su respuesta fue que el pueblo ya estaba desunido, que los curas
anteriores habían aumentado la desunión y que él intentaba un acercamiento a todos,
sin prejuicios políticos. Todos los curas seculares de la villa le apoyaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario