Entre marzo y
junio de 1937 unos 700 niños y niñas portugalujos fueron embarcados en grupos
infantiles en dirección a Francia, Bélgica, Reino Unido, URSS, etc. y tardaron
en volver tres o cuatro años. Por otro lado, entre el 19 y el 21 de junio de
ese mismo año unos 2.000 vecinos de Portugalete evacuaron a Cantabria en grupos
familiares. Tuvieron que ir andando con sus maletas porque no había coches,
camiones ni autobuses. La mayoría de ellos eran madres con sus hijos pequeños.
Según cuentan, no fueron bien acogidos porque, aunque era una zona republicana,
la gente de los pueblos era franquista. Cuando Cantabria fue ocupada, la
mayoría volvió a fines de setiembre otra vez a pié. Los que pudieron pasaron a
Asturias y luego a Francia y Catalunya.
Por lo menos
75 mujeres regresaron cuando terminó la guerra en abril de 1939 y algunas no
volvieron nunca porque se exiliaron con sus maridos e hijos a México (como la
familia del alcalde Cándido Busteros Orobengoa), Venezuela o Argentina.
La vuelta a
Portugalete tuvo que ser terrible porque la mayoría de las viviendas eran de
alquiler y estaban ocupadas por otros inquilinos. Además, 54 casas habían sido
bombardeadas y eran inhabitables. Para dar un detalle, el Ayuntamiento había
sellado 55 viviendas en las calles del Medio y Santa María. Algunas mujeres
habían perdido al marido o a algún hijo en el frente o fusilado. Otras los
tenían presos en cárceles, campos de concentración o batallones de
trabajadores. Sin el hombre que llevaba el sueldo a casa, tuvieron que acudir a
la beneficencia municipal o parroquial. Los presos que trabajaban enviaban a
sus esposas 2 pesetas al día. El resto se lo quedaba el Estado. Hay que tener
en cuenta que el sueldo de un bracero en la villa era de 10 pesetas diarias.
En 1941 el
ayuntamiento contabilizó 40 huérfanos entre hijos de fusilados y muertos en el
frente. A la mayoría de ellos les atendía su madre o abuela. Sólo dos estaban
en el Hogar Infantil “Evaristo Churruca” (palacio El Salto) regido por Auxilio
Social.
Para más INRI
todas las mujeres de la villa tenían que acudir por turno a Intendencia para
confeccionar los uniformes de los soldados del ejército faccioso que todavía
estaban en guerra. Los padres y esposas de estos combatientes tampoco eran unos
privilegiados económicamente porque 81 vecinos cobraban entre 1 y 8 pesetas
diarias en concepto de “subsidio pro-combatientes”. En concreto 77 familias
solicitaron a la Cámara de la Propiedad Urbana de Vizcaya que se les eximiese
de pagar la renta, solicitud que les fue concedida.
TASIO
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