Adita Arroyo nos
ha cedido dos páginas escritas de su puño y letra por su madre Regina Fernández Larrain (1918-2015), describiendo
su huida de Portugalete hasta Francia en 1937 durante la guerra civil.
Corría el mes de junio de ese año cuando el día 13,
festividad de San Antonio tuvo lugar uno de los bombardeos sobre la Villa que
produjo varias muertes. Ella lo vivió refugiada en el túnel del ferrocarril (en
la foto superior con mujeres a la entrada del túnel de La Canilla a ella se la
distingue por tener la cabeza cerca del cartel que anunciaba el refugio). Su
casa en el Muelle Viejo fue una de las que resultó destruida como vemos en la otra
foto. Había abandonado su casa cuando la noche del día 16 la despertó el gran
estruendo que produjo la voladura por parte del ejercito republicano del Puente
Colgante que era el preludio de la llegada del ejercito fascista días después.
Antes de que amaneciera salía para el exilio. En estas dos primeras páginas que
recogemos nos los cuenta:
El
día 17 de junio del año 1937, salí de Portugalete, a las cinco y media de la
madrugada, fui en un autobús con los heridos del Hospital Gandarias, Oriol y
San Juan de Dios, hasta Carranza. Llegamos allí a media mañana. De Carranza
fuimos a Infiesto (Asturias), estuve 3 días, después fuimos María Alberdi y yo
a Ampuero, después pasamos una noche en Llanes y otra noche en el astillero de
Astillero, fuimos luego a Santander y allí estuve dos meses.
El
día 10 de agosto a las 11 ½ de la mañana cogimos el tren y llegamos a
Rivadesella a las 7 de la tarde y a las 8 embarcamos en el vapor “Stanwol”. Nos
hicieron bajar a las bodegas que por cierto estaban muy sucias, yo me tumbé un
poco porque estaba muy cansada, pero enseguida tuve que levantarme porque no se
podía parar allí con toda la gente que había. Subí a cubierta y estuve toda la
noche sin dormir.
A
las seis y media de la mañana salió el barco para Francia. De comer nos daban
pan, chocolate, jamón y queso. Lo que mejor hacíamos era el almuerzo que era
pan y chocolate, eso se podía comer, pero la comida sabía peor, pues el queso
estaba muy pasado y el jamón más. Esa comida nos dieron los dos primeros días,
al segundo día por la noche nos dieron un poco de pan, porque no había más y al
tercer día en ayunas porque se había terminado la comida. Llegamos a Burdeos
con más hambre que el perro de un volatinero.
Al
desembarcar nos dieron un trozo grande de pan, una onza de chocolate y un
pedazo de queso de bola y un vasito de café con leche.
Allí
montamos en el tren y nos dieron una latita pequeña de sardinas para cada dos,
pan y chocolate. Arrancó el tren a las doce del mediodía.
En
el tren hicimos dos noches y ya hacía 5 días que no comíamos caliente y que
apenas dormíamos. Llegamos a Thonon a la una y media de la mañana del día 15, íbamos
peor que los gitanos, todas sucias y la mayoría de las mujeres llorando porque
nos habían dejado solas, sin nadie que nos representase.
En
Thonon nos recibieron muy bien, nos dieron una taza de cocido caliente que
buena falta nos hacía, mermelada y pan, ....................................................................................................................................................................................................................................................
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