En un artículo anterior sobre
“Medallas, lápidas y recordatorios en la posguerra” afirmé que el ayuntamiento
había dado a Franco la medalla de oro de la Villa. Falso.
Me explico: el 8 de febrero de
1964 la corporación municipal con la totalidad de sus miembros y a propuesta
del alcalde Julián Bayo concedió a Franco esa medalla, pero nunca se la
entregaron. El caso es que un joyero de Madrid la hizo.
¿Entonces dónde está? En el
ayuntamiento portugalujo.
¿Por qué no se la entregaron a
su destinatario?
Este es uno de los misterios de
los ayuntamientos de posguerra que quedan sin resolver porque ningún concejal
de aquella época vive y no hay ningún documento en el Archivo municipal que lo
aclare.
¿Y qué hace esa medalla en el
ayuntamiento?
En su momento tenía un cordón
con los colores de la bandera rojo y gualda. La primera corporación democrática
le puso otro cordón con los colores negro y amarillo de Portu. Desde entonces a
todo nuevo alcalde se le impone la dichosa medalla en su toma de posesión y en
las bodas civiles este primer mandatario también la lleva puesta.
Pero aquí no termina el tema,
porque el 16 de abril del mismo año le concedieron a la Diputación otra medalla
de oro. Un mes después la Diputación con mucha educación agradeció el hecho de
concederle la medalla, pero no el de recibirla, porque tampoco se la entregaron
y todavía está en el ayuntamiento. Otro misterio. No tiene ningún uso.
Las dos medallas costaron su
dinero porque la factura del joyero de Madrid sumó un total de 53.000 pesetas.
Las dos eran de oro pero la de Franco tenía también diamantes, como se ve en la
fotografía. Hay que tener en cuenta que el jornal diario de un obrero en 1964
rondaría las 50 pesetas.
La primera pista sobre este tema
me la dio Iñaki Llamas y me la han confirmado Mikel Cabieces y Mikel Torres.
Mil esker.
Si algún usuario de este blog
puede resolver estos misterios, se lo agradeceríamos todos.
Tasio Munarriz
Hola Tasio:
ResponderEliminarAgradeciéndote de antemano que me hayas citado en esta entrada de blog, quisiera arrojar un poco más de luz sobre alguno de los enigmas que planteas.
Para comenzar, decir que la concesión de la Medalla de Oro de la Villa a Franco y a la Diputación en 1964 hay que entenderla en su contexto. Ese año, el régimen conmemoraba con toda pompa y solemnidad lo que vino en llamar los "XXV Años de Paz" —así, en romanos—, ya que se cumplía el 25º aniversario desde el final de la guerra civil el 1º de Abril de 1939. Y aprovechando dicha efemérides, el Ayuntamiento de Portugalete fue uno más de los cientos -quizá miles- de diputaciones y ayuntamientos españoles que aprobaron acuerdos concediendo medallas de oro al dictador. También hay que tener en cuenta que para materializar estos acuerdos, además de encargar la fabricación de la medalla, había que solemnizar la entrega al homenajeado mediante una audiencia oficial —no era plan de enviársela por correo certificado—.
Podemos suponer sin temor a equivocarnos, que en los meses siguientes cientos de ayuntamientos ya estarían solicitando audiencia personal con el general —que en diciembre de 1964 cumplía 72 años—, de los cuales el de Portugalete era, como digo, uno más. En 1965, José Manuel Esparza toma el relevo de Julián Bayo al frente de la alcaldía de la Villa jarrillera. Esparza llegará compaginar su cargo de alcalde de Portugalete con el de procurador en Cortes. Alguien podría pensar que, con tantas idas y venidas a Madrid, el nuevo alcalde pudiera haber hecho entrega a Franco de la Medalla de Oro de la Villa —aprovechando quizá la coyuntura para plantear la mediación de Franco ante algún ministerio sobre cualquier expediente pendiente de aprobación (un nuevo colegio, obras a ejecutar en alguna carretera…)—. Sabemos que no fue así.
Hace unos veinte años, tuve con Pedro Michelena —concejal que fue del Ayuntamiento por el tercio familiar a principios de los 70 , y que ocupó la alcaldía tras la muerte de Esparza en 1975, hasta las primeras elecciones democráticas en 1979— una conversación al respecto de por qué no se había entregado materialmente la medalla a Franco. Me contestó que se llegó a designar a los comisionados que acudirían a la audiencia con Franco, los cuales llegaron a encargarse en la sastrería los fracs —con cargo a sus propios bolsillos— que habrían de vestir en el acto de entrega. Pero entre los problemas de agenda del dictador debido a su salud, y los problemas también de salud del alcalde Esparza —ambos fallecerían en 1975—, no dio materialmente tiempo.
El 20 de Noviembre de 1975 muere Franco, y dos días después el Príncipe Juan Carlos es proclamado Rey. A partir de ese momento, una vez más muchos ayuntamientos y diputaciones se lanzaron a conceder Medallas de Oro al nuevo monarca. Pero entonces, la Casa Real emitió un comunicado que cortó en seco el asunto: se agradecía el detalle de la concesión de tales distinciones, pero se negaba a recibir las condecoraciones, al entender que era una injusticia que su coste habría de sufragarse con dinero público salido de las arcas municipales y provinciales —en pleno inicio de la crisis económica de los 70-. Ignoro si el Ayuntamiento de Portugalete del 75-76 se llegó a plantear la concesión de la Medalla de Oro al Rey.
Hasta aquí, las causas de por qué esa medalla no salió del Ayuntamiento portugalujo. Pero, qué habría pasado de haber sido entregada a Franco? Pues que, casi seguro, alguna de las primeras corporaciones jarrilleras de la democracia habría revocado el acuerdo de concederle la Medalla de Oro de la Villa, y habría reclamado su devolución a la familia del dictador, tal como hicieron en los 80 y 90 muchos de los ayuntamientos y diputaciones que sí materializaron la entrega. Por supuesto, la familia Franco siempre ha hecho oídos sordos a estas peticiones.
(continúa en otro comentario…)
(…viene del comentario anterior)
ResponderEliminarPero, ¿dónde se encuentran todas esas medallas de oro y diamantes concedidas y entregadas al dictador en vida? Uno quisiera pensar que —en el peor de los casos— forman parte del patrimonio de la polémica Fundación privada "Francisco Franco". La realidad es mucho más sorprendente, y lamentable.
Trasladémonos al Aeropuerto de Barajas en 1978, año en que estrenaban unos nuevos artilugios: los detectores de metales. El 7 de abril, gracias a dicho invento, se "pilló" a Carmen Franco —duquesa de Franco, marquesa de Villaverde e hija del dictador— que trataba de llevar a Suiza en una maleta 38 medallas e insignias de oro y brillantes —con un peso total de 2 kilos—, obsequios que habían sido entregados a Franco por diversas provincias, ayuntamientos, etc.
Todo ese material le fue requisado. La duquesa de Franco, una vez saltó la noticia a los medios de comunicación, convocó una rueda de prensa donde se justificó diciendo que "no pretendía sacar los objetos de España para no devolverlos, sino que quería que un relojero suizo estudiara la posibilidad de montar un reloj con las medallas, insignias y escudos en cuestión". En una foto de aquella rueda de prensa (http://www.flickr.com/photos/etecemedios/257483012/), se puede ver a la abochornada duquesa dando explicaciones, rodeada de medallas similares a la portugaluja, y a Jaime Peñafiel al lado de ella, con una grabadora en la mano.
Abierto el preceptivo expediente, el Tribunal de Contrabando falló unos meses después, imponiéndole una multa de 6.800.000 pesetas por "intento de evasión de objetos de valor histórico". (Ver ABC 11-04-1978: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1978/04/11/030.html ; y El País 21-12-1978: http://elpais.com/diario/1978/12/21/economia/283042816_850215.html).
La multa de casi siete millones de pesetas de 1978 era recurrible. Ignoro si finalmente se hizo firme y fue pagada. Ignoro igualmente qué fue del material requisado. Pero de lo que no me cabe duda es del casi seguro fin que habría tenido la dichosa Medalla de Oro portugaluja. El pueblo de Portugalete debería de estar contento de que la Medalla de Oro y brillantes no fuese entregada, finalmente, a Franco.
Tasio, gracias por las magníficas fotos de las medallas y sus estuches. Reconozco que, sabiendo de su existencia desde 1992 aproximadamente, no las había visto nunca.
Desde Bilbao, recibe un fuerte abrazo.
Iñaki Llamas