miércoles, 27 de febrero de 2019

APUNTES DE LA HISTORIA DE LA POLICIA MUNICIPAL EN EL SIGLO XIX A PARTIR DEL ALGUACIL TAMBORILERO





Ya que hemos recogido las noticias que Roberto Hernandez Gallejones nos ha facilitado sobre los serenos y los guardas de la playa, vamos a completar la historia del cuerpo de policías municipales durante el siglo XIX.

A principios del siglo Portugalete contaba tan sólo con un alguacil o policía municipal, cuya labor era muy breve, en ocasiones duraba un año o incluso menos y un reducido sueldo. En su designación primaba el saber tocar el tambor y el “silbo” (el txistu) por lo que se trataba de la “plaza de ministro alguacil y tamborilero”.

A lo largo del siglo al aumentar la población de Portugalete, configurándose como ciudad–dormitorio y reputada estación de baños de mar, con un entorno de industrias siderometalúrgicas y mineras concentrándose sus obreros en los barrios periféricos, va a acrecentarse el número y tiempo de servicio de los agentes que pasaran a denominarse policías o guardias municipales.

Así en diciembre de 1.866, la “fuerza pública de la Villa” la componían un alguacil municipal, un policía urbano y un “resguardo de consumos y ventas estancadas” (una especie de celador de arbitrios), todos ellos con derecho a llevar armas, además de un peón caminero, un guardia–almacén, el ayudante de telégrafos, y su auxiliar.

Veinte años después en diciembre de 1886 aparece un jefe de municipales, Don Niceto Pardo Pozo, con tres alguaciles, y un alguacil–barrendero, así como el cuerpo de veladores nocturnos o serenos, que poseía 7 integrantes al mando de un cabo.

Los alguaciles poseían revólveres para poder usarlos en ocasiones específicas y sus edades oscilaban entre los 43 y 54 años, en los jefes, y los 28 y 36, entre los componentes de la policía.

Con respecto a los uniformes que vestían los guardias municipales, un documento de Archivo Histórico de 1.885, nos lo refiere: Los trajes de los cuatro empleados se componían de pantalón, chaleco, americana y gorra. En la solapa de la chaqueta o americana se colocaban las iniciales “G.M.” (Guardia Municipal). El paño de los trajes era de color azul, con forro de tartán de lana oscuro. Entre 1.890 y 1.893, debieron de añadir a su indumentaria un capote y un impermeable. 

Hasta la década de los 70 por lo menos, las autoridades valoraron en cierta medida el hecho de hablar euskera. Esto se debía, a que desde la segunda mitad del Setecientos, y primera parte del siglo XIX, habían arribado a la Villa muchos euskaldunes de Vizcaya y Guipuzcoa. Así Francisco de Aguirre, al solicitar la plaza el 15 de Noviembre de 1.869, dice que desea el puesto de ministro alguacil, “teniendo además la ventaja de ser natural del País Vascongado, en donde según su código fundamental, tienen la preferencia los hijos del mismo a obtener tales destinos,…”. Para ello alega incluso la ventaja, “de poseer el idioma del país, “euskera”, que es indispensable en esta localidad, para desempeñar con el debido acierto tal destino”.

En cuanto al origen de los guardias municipales la mayoría venían de las provincias de Castilla–León, y algo menos de Castilla–La Mancha. Algunos eran del País Vasco, Bilbao, Portugalete y sus aledaños, aunque no era la norma.

Los solicitantes procedían casi siempre del ejército de tierra, de la marina de guerra, de las secciones de carabineros de mar o de tierra, de la guardia civil, de los miñones, etc. Algunos habían sido alguaciles o serenos en otras localidades. El resto se repartía entre guardias de seguridad del ferrocarril de Galdames, zapateros y jornaleros. Entre los que habían servido varios años en la milicia se localizaban veteranos de la Guerra de Africa o Cuba.

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