miércoles, 21 de diciembre de 2011

FOTOS DE LAS CAMPAS DE ZUBELDIA



En la última comida “del Cupón” del Elai Alai, estuvimos rememorando nuestros años mozos en los que tanto disfrutamos de esta campa de Zubeldia, ya sea como lugareños o como alumnos de las escuelas, y me liaron para que contase algo de ella.

Los niños de la foto de la derecha DE 1946 (cedida por Fernando Rueda), son sus hermanos José Antonio y Mertxe, desconociendo el nombre de la espectadora sentada, con el telón de fondo de las casas del frontón. Tras ellos la casa que construyó Juan Aranbarri en 1914, alineada con la pared del frontón La Estrella que un año antes y como consecuencia de un vendaval se había venido abajo sobre las losas de la cancha. Aranbarri estuvo casado con Narcisa Zabarte, hija del promotor del frontón Narciso Zabarte y a la muerte de esta, contrajo matrimonio con su hermana Milagros Zabarte. Se puede apreciar, entre la casa y el contrafuerte, el trozo de pared que fue reconstruido y a sus pies la chabola de los Alda. Igualmente se aprecia la casa nº 16 de la calle San Roque con su tejado inclinado una vez recrecida la casa en 1930, ya que las pelotas volaban por encima del tejado al estar pegada al magnífico frontis de piedra caliza, que como ya se ha dicho en este blog, aun sobrevive para vergüenza de los portugalujos, encajonado entre casas desde 1965. A la derecha de la casa, que en su día tenía los miradores de madera, se encontraba “el montículo” y varias chabolas, coronados por la pared que hacía de cierre de las gradas del rebote .Una acacia solitaria se erguía sobre la frondosa hierba y a ella solía estar amarrado el burro de gaseosas Sirimiri, que tenía en alguna de las chabolas su alojamiento. Allí aprendimos a cazar grillos con la pajita, a distinguir entre las “meacamas” y “la comida de culebras”, a degustar los “panecillos” de las malvas y a hacernos los valientes tocando las ortigas sin respirar…

En la otra foto de 1956, el que suscribe, muestra orgulloso el diploma y la cartilla con los que la escuela premiaba a sus alumnos a fin de curso. Tras de mí, uno de las decenas de arbolitos que se plantaron aquel año con motivo de la Fiesta del Árbol y de fondo las huertas de las últimas casas de la calle San Roque (nº 8 al 14), con la tapia de Mari Laca que custodiaba un frondoso jardín de rosas y unos perales que eran la tentación de toda la chavalería.

El paso de los años fue dando dentelladas a nuestra campa. Primero, las casas de Bailén, luego cayó el frontón y se construyeron las casas del Parque Móvil Municipal, se tapió su perímetro, se derribó el lavadero viejo y se construyó una escuelita sobre la tejavana y para remate se construyeron más edificios escolares en la parte trasera de la escuela y se eliminaron las escaleras con su pulido “resbalizo” y se mutiló la verja y las “puertas de hierro”.
José Luís Garaizabal Flaño

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